A grandes rasgos de lo que se espera para el año 2025 es que se arraigue la recuperación de la actividad económica que se está observando hoy, que el Gobierno elimine los controles de cambios (cepo) y que se consolide la baja de la inflación. Para que esto se dé también es necesario que el Gobierno mantenga la ortodoxia en la política fiscal y una política monetaria responsable frente a un año electoral que es muy importante para la administración Milei qué cuenta con un apoyo en el Congreso limitado. De darse este escenario que a grandes rasgos acabamos de describir, estaremos frente a una economía que es mucho más parecida a lo que hoy son el resto de la región.
La normalidad y sus desafíos
Para el 2025 se espera que se arraigue la recuperación de la actividad económica, y que el Gobierno elimine el cepo y que se consolide la baja de la inflación.
Sin embargo, la estabilidad presenta desafíos. Entre ellos está la cuestión de la eficiencia y la competitividad. Muchos años de alta inflación y baja competencia provoca que la sociedad y la economía dejen de prestarle atención a la eficiencia y a la productividad. Naturalmente cuando la inflación mensual es del 2%, 4%, 5%, 10%, no se le presta mucha atención aquellos aumentos de costos que pueden ser el 1% o el 2% anual. En la medida que empieza a bajar la inflación todas estas ineficiencias que se van acumulando (costos tributarios, regulatorios, distorsiones creadas por la política económica, o problemas en procesos productivos, etc.) empiezan a tener un peso muy grande sobre la economía.
De hecho, parte de la discusión de si la Argentina está cara en dólares puede deberse a esto último tanto como a la propia política cambiaria. Si se mira el tipo de cambio real, hoy está en los mismos niveles que estaba a mediados de 2018. Pero los salarios en dólares constantes son hoy un 26% más bajos que en ese entonces. O sea, hoy Argentina está tan cara como estaba en esa época, pero con salarios más bajos. Lo cual significa que el mayor costo está en otra parte y no en los salarios.
En el 2025 en la medida que la economía empiece a normalizarse, será necesario enfocarse en estos problemas. Habrá empresas sectores que serán más competitivos, que se enfoquen en aquellos negocios en los que pueden hacer una diferencia, habrá otros sectores y empresas que nacerán y se desarrollarán que no lo podían hacer en las condiciones distorsionadas que se vieron en estos últimos años, habrá algunos que no podrán adaptarse y otros que sí serán estos los que crecerán. La normalidad económica es un continuo desafío de buscar nuevos mercados, ser más eficientes y encontrar nuevos negocios y alternativas.
El año que viene, sin lugar a duda, será un año de desafíos microeconómicos. Aunque restan algunas cuestiones macroeconómicas por resolver.
En materia macroeconómica, hoy parece haber bastante consenso con el escenario de cara al 2025. Estamos hablando de un año donde se espera una reducción de la inflación y una recuperación de la actividad económica. Las mayores divergencias se encuentran en la trayectoria que tomará el mercado cambiario dado que se desconocen los tiempos y el proceso por el cual el Gobierno desarmará el control de cambios (cepo).
En este contexto parece que los escenarios de proyecciones se están dividiendo. Por un lado, pareciera que la caída de la brecha cambiaria a valores mínimos, en un contexto macroeconómico favorable, permiten pensar que la salida del cepo cambiario será muy pronto. Aprovechando la eliminación del Impuesto PAIS para el próximo año fiscal, el Gobierno podría unificar el mercado de cambios a principios de 2025 sin que esto tenga asociado un salto importante del tipo de cambio, al menos inicialmente.
En efecto, las reservas se han visto reforzadas en los últimos dos meses aunque en términos netos siguen siendo negativas, lo que reduce la capacidad del BCRA para enfrentar ataques especulativos. Por eso, no se puede descartar alguna corrección cambiaria menor durante el 2025. Además, por más que la brecha cambiaria sea baja, no es claro que el tipo de cambio financiero refleje el valor real del dólar porque existen restricciones cruzadas (no se puede operar en el MULC y en los tipos de cambio financieros simultáneamente). Además, todavía persiste un problema de stocks, vinculado a la deuda con importadores o giros de utilidades pendientes, por mencionar algunos ejemplos que pueden generar algún flujo negativo.
A nuestro entender, estos son riesgos podrían mitigarse, pero es entendible que el Gobierno tenga cierta precaución de transitar por ese sendero. Sobre todo con objetivos de gestión muy concentrados en bajar la inflación. Si hubiese cierta volatilidad cambiaria tras la unificación hay riesgo de alterar el sendero actual de desinflación.
La otra alternativa es que el cepo podría levantarse a fines de 2025, tras las elecciones. El Gobierno podría interpretar que las buenas señales que llegan desde la macro revalidan su programa de gobierno y seguir con el esquema actual inalterado, intentando minimizar los riesgos políticos.
Es indudable que el ancla cambiaria ha ayudado a bajar la inflación, por lo que la apreciación del tipo de cambio real puede quedar relegada a un segundo plano en la medida que el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos se mantenga contenido o encuentre financiamiento. No hay que perder de vista que en lo que va de noviembre el BCRA compró más de u$s1.200 millones, mejorando la performance de octubre, mes que también tuvo un saldo positivo a pesar de no ser estacionalmente favorable.
¿Cómo se explica esto? Hay varios factores, el blanqueo de capitales por u$s23.000 millones, las colocaciones de deuda de empresas locales, la liquidación récord del agro que debe vender más granos ahora, para solventar sus gastos y un poco de “carry trade” que ayuda a mantener más activos en pesos. Teniendo en consideración que la demanda de dinero se está recuperando rápidamente, el Gobierno tiene buenos fundamentos para seguir sosteniendo su política actual, y dilatar la salida del cepo hacia finales de 2025, donde los riesgos políticos sean menores. Aunque también tiene riesgos económicos, como el financiamiento de una cuenta corriente de balanza de pagos que tiende a ser deficitaria.
No hay que perder de vista que este es un Gobierno de minoría y que, si bien pareciera que hay un alto grado de tolerancia para con la política económica, las encuestas revelan que aún persiste un fuerte apoyo a la oposición.
Creemos que, en principio, estas dos alternativas no modifican demasiado la perspectiva de recuperación económica y baja inflación. Aunque si pueden alterar las trayectorias. En términos generales, si el Gobierno unifica el tipo de cambio antes, la inflación podría ser levemente mayor, porque se expone antes a una mayor volatilidad cambiaria, pero también, permitiría atraer inversiones antes y mostrar un mayor ritmo de recuperación. Mientras que si se demora la unificación cambiaria, la inflación podría ser menor, pero con una recuperación levemente más baja, porque las trabas al comercio podrían extenderse, así como las decisiones de inversión.
En el medio, el sector privado y el sector público deberán resolver problemas microeconómicos. Definitivamente, en la medida que la inflación baje, se vaya abriendo la economía y haya más competencia, será más difícil que las empresas crezcan a través de los márgenes como puede pasar en condiciones de alta inflación y fuerte proteccionismo.
La expansión deberá ser por aumento de los volúmenes, con márgenes que se irán comprimiendo. La discusión sobre los impuestos, como las retenciones, impuesto al cheque, Ingresos Brutos y otros impuestos o tasas que afectan la actividad económica serán más relevantes, porque el objetivo tiene que estar puesto sobre la competitividad y la productividad, algo en lo que no se piensa desde hace más de una década.
Economista jefe de OJF & Asociados y director de la Escuela de Negocios de UADE.
- Temas
- Dólar
- Impuesto PAIS
- Banco Central
- ARCA
Dejá tu comentario