19 de marzo 2025 - 09:56

Luis Caputo y Federico Sturzenegger, atrapados en un loop: ¿por qué siguen tropezando con la misma piedra?

Hoy, el escenario de desorganización emergente, producto de los excesos del “carry trade” se repite, con asombrosa fidelidad.

La dupla Sturzenegger -Caputo intentó en períodos contiguos contener la tormenta con el auxilio del FMI.

La dupla Sturzenegger -Caputo intentó en períodos contiguos contener la tormenta con el auxilio del FMI.

Argentina parece condenada a repetir su historia económica y sus funcionarios, una y otra vez. Como si de un guion predecible se tratara, el país revive hoy las tensiones cambiarias, los problemas de financiamiento y las recetas de ajuste que marcaron la crisis de 2018. En aquel entonces, la dupla Federico Sturzenegger-Luis Caputo intentó en períodos contiguos contener la tormenta con el auxilio del FMI. Hoy, el escenario de desorganización emergente, producto de los excesos del “carry trade” se repite, con asombrosa fidelidad.

El dólar viene remontando su cotización y el BCRA sigue cediendo reservas, la inflación tocó un piso en 2.4%, pero puede recalentarse luego de la inminente corrección del actual "crawling peg" de 1% mensual.

La credibilidad de la política económica con los mismos funcionarios de antaño, vuelve a estar en jaque. En 2018, la apuesta oficial era que un acuerdo con el FMI restauraría la confianza del mercado. Hoy, los protagonistas insisten en que la situación es diferente-y es cierto, solo en el aspecto fiscal-, pero los números de expansión monetaria y muchos de los hechos cuentan otra historia. Misma relación de deuda/PBI, apreciación cambiaria, déficit de la cuenta corriente, y otras cuestiones, que no cambian el nivel de riesgo pais-que es el mismo que en 2018-, la caída de la imagen del gobierno y, la desconfianza de los mercados

Este artículo no es solo un análisis de la crisis pasada. Es un arquetipo de lo que estamos viviendo en este momento. Si aún dudas de las similitudes entre 2018 y 2025, sigue leyendo. Porque lo que ocurrió entonces no solo nos ayuda a entender el presente, sino que también nos da pistas inquietantes sobre lo que podría venir.

El programa económico implementado por el gobierno de Mauricio Macri a partir del 10 de diciembre de 2015 no logró reducir los desequilibrios macroeconómicos, los cuales, en lugar de atenuarse, se ampliaron durante los primeros dos años y medio de gestión. Para comienzos de 2018, la economía argentina presentaba tres desajustes fundamentales: déficit fiscal, déficit de cuenta corriente y, un balance del Banco Central (BCRA) donde los pasivos remunerados (LEBAC, pases y Leliq) superaban ampliamente a los no remunerados (base monetaria). Consideración: esa fue la génesis de los desequilibrios que nos asedian hasta hoy, incluyendo a los ingenieros anarco-capitalistas.

Dadas esas vulnerabilidades estructurales, cualquier shock externo podía desencadenar una crisis. En este contexto, el aumento del riesgo pais y la desconfianza por la velocidad del endeudamiento provocaron un “sudden stop” (Calvo, 1998). La demanda por bonos y activos locales se desplomó, lo que resultó en la interrupción del financiamiento externo y obligó a un ajuste abrupto. Como consecuencia, la tasa de interés y el tipo de cambio real se incrementaron, mientras que la actividad económica se contrajo en un entorno de creciente riesgo país.

Entre abril y septiembre de 2018 (presidentes del BCRA: Sturzenegger y Caputo, respectivamente), el peso sufrió una devaluación del 97,53%, a pesar de la intervención del BCRA con ventas por USD 24.000 millones. El impacto inflacionario fue inmediato: la tasa anualizada de los últimos tres meses de 2018 saltó de 29% en marzo a 66% en septiembre (+127.58%)

Ante la falta de dólares y la presión sobre el mercado cambiario, el gobierno recurrió al Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, el primer acuerdo alcanzado en junio de 2018 se derrumbó en apenas dos meses. Mientras el FMI esperaba que el préstamo de USD 50.000 millones y un programa más sólido restauraran la confianza de los mercados, el gobierno incumplió varias de las metas acordadas. Como resultado, el riesgo país continuó escalando, alcanzando los 783 puntos básicos el 4 de septiembre de 2018, un nivel similar al registrado ayer, 18 de marzo de 2025. Agreguemos que, por los excesos cometidos, el 25 de septiembre 2018, Christine Lagarde le pidió a Macri que despidiera a Caputo, si quería recibir nuevos desembolsos.

La incertidumbre creciente y la caída del primer acuerdo con el FMI obligaron al gobierno a renegociar los términos del financiamiento. En este contexto, se firmó un nuevo acuerdo que ampliaba el préstamo a USD 57.100 millones y adelantaba desembolsos para 2018-2019. El nuevo programa económico se centraba en tres ejes que no han de diferir de alguna ayuda en 2025: “déficit fiscal primario cero”, “crecimiento nulo de la base monetaria” y un esquema de “libre flotación cambiaria con zonas de no intervención del BCRA”.

El gran interrogante era si el gobierno lograría frenar la escalada inflacionaria y estabilizar la economía antes de los comicios. La historia demostró que no lo consiguió y Macri perdió las elecciones. El desgaste económico y político derivado de la crisis contribuyó a una contundente derrota electoral en octubre de 2019.

Las cuatro columnas de aquel nuevo acuerdo con el FMI

El programa económico de emergencia basado en aquel nuevo acuerdo con el FMI se estructuró sobre cuatro pilares fundamentales:

  • Aumento del monto del préstamo y reconfiguración del cronograma de desembolsos: Se amplió el préstamo original y se adelantaron USD 19.000 millones, permitiendo cubrir las necesidades financieras del Tesoro hasta diciembre de 2019, cuando se iría Cambiemos, constituyéndose en el primer espacio político que no renovaría segundo mandato desde 2003.
  • Convergencia fiscal acelerada: Se buscó alcanzar el equilibrio fiscal primario en 2019 y generar un superávit del 1% del PBI en 2020 para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública.
  • Nueva política monetaria restrictiva: La emisión monetaria se redujo drásticamente con el objetivo de frenar la inflación. Sin embargo, esto provocó una suba de las tasas de interés, contrayendo el crédito y profundizando la recesión.
  • Nuevo régimen cambiario: Se estableció un esquema de flotación con zonas de no intervención del BCRA. Sin embargo, la volatilidad cambiaria persistente puso en duda la eficacia del esquema.

“Nadie se baña dos veces en el mismo río” (Heráclito)

Aunque existen diferencias como dice el ministro Caputo, las similitudes entre la crisis de 2018 y la situación actual son notables. En ambos casos, la combinación de un elevado endeudamiento, un régimen monetario restrictivo y una política fiscal contractiva profundizó las tensiones cambiarias.

Aunque los discursos oficiales se esfuercen en remarcar diferencias, la realidad es tozuda: varios síntomas preocupantes que surgen en el tablero están generando los mismos resultados. En 2018, el gobierno apostó a un torniquete monetario, la libre flotación del tipo de cambio entre bandas y el auxilio del FMI. En 2025, la estrategia es calcada y los efectos pueden ser igual de devastadores: recesión, inflación e incertidumbre cambiaria que no de tregua.

Aquel programa de ajuste y Acuerdo con el FMI fue presentado como un puente hacia la estabilidad, pero terminó profundizando la crisis e impulsando la inflación. El déjà vu es imposible de ignorar. La fragilidad estructural, la precariedad de reservas de hoy y la presión del endeudamiento empujan al país nuevamente hacia un escenario de síncope cambiario.

Cualquier coincidencia con la realidad actual NO es ninguna casualidad. Argentina parece estar atrapada en un bucle de crisis recurrentes, y si algo nos enseñó la historia es que ignorar las lecciones del pasado solo nos garantiza repetirlas en el futuro.

Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros

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