15 de febrero 2025 - 00:00

Para Argentina, la política exterior realista de EEUU es un arma de doble filo

Trump se muestra como un presidente realista que, consciente de contar con el ejército más poderoso y la economía más grande del mundo, utiliza estas dos fortalezas como palancas de negociación.

Donald Trump. El uso reiterado de aranceles -aunque sean reversibles– genera incertidumbre en los mercados internacionales y mina la confianza en el sistema de comercio global.

Donald Trump. El uso reiterado de aranceles -aunque sean reversibles– genera incertidumbre en los mercados internacionales y mina la confianza en el sistema de comercio global.

Imagen: Noticias Argentinas.

En la historia de Estados Unidos, sus líderes han recurrido al proteccionismo en diversas ocasiones. Cuatro años después del inicio de la Guerra de 1812 se aprobó el Tariff Act of 1816, que impuso aranceles a la importación de productos manufactureros con el fin de reducir la dependencia de insumos británicos y fortalecer la defensa nacional. Medidas similares se aplicaron durante la Guerra de Secesión y en las guerras mundiales. Durante la Guerra Fría, el comercio con los países del bloque comunista fue estrictamente monitoreado y, para varios insumos y tecnologías, incluso prohibido. Estos ejemplos ilustran la diferencia entre un proteccionismo que se emplea como fin en sí mismo y aquel que se utiliza como medio para alcanzar objetivos superiores.

Las recientes maniobras del presidente de Estados Unidos –que consistieron en aplicar aranceles a productos y países específicos– retoman ese mismo esquema. Trump se muestra como un presidente realista que, consciente de contar con el ejército más poderoso y la economía más grande del mundo, utiliza estas dos fortalezas como palancas de negociación para presionar a sus socios comerciales y obtener compromisos en materia de seguridad y posicionamiento económico. Si se definiera como un proteccionista estricto, podría optar por medidas más radicales, como aislar completamente su economía en un intento de estimular el crecimiento mediante una autarquía total, al estilo de las economías latinoamericanas que siguieron la doctrina de Raúl Prébisch. Sin embargo, su enfoque se centra en medidas puntuales, bilaterales y reversibles, lo que evita los riesgos de un cierre global.

Este enfoque se evidencia de manera contundente en los sectores del aluminio y del acero. Trump entiende que la dependencia de insumos críticos procedentes del extranjero –especialmente aquellos esenciales para el complejo militar-industrial estadounidense– representa un riesgo. Al imponer aranceles sobre estas materias primas, incentiva la producción interna y reduce la vulnerabilidad ante decisiones unilaterales de proveedores extranjeros.

La medida, aunque económicamente ineficiente, no busca erigir un muro general, sino fomentar la autosuficiencia. La Unión Europea comprende bien esta cuestión, ya que, tras el estallido de la guerra en Ucrania, evidenció su excesiva dependencia del gas ruso, lo que obligó a muchos países a pagar precios exorbitantes para asegurar su abastecimiento.

El uso de aranceles como instrumento de negociación demuestra que Trump no concibe el proteccionismo como un camino hacia el desarrollo sostenible, sino como una herramienta para obtener concesiones y mejorar su posición frente a los competidores de Estados Unidos. Por ejemplo, la amenaza de aplicar aranceles a productos de México y Canadá obligó a estos países a asumir compromisos en materia de seguridad fronteriza –como el despliegue de 10.000 elementos de la Guardia Nacional y la asignación de 1.300 millones de dólares en mejoras tecnológicas y operativas–. Una vez alcanzados los objetivos, dichas medidas fueron suspendidas, lo que evidencia la naturaleza transitoria de la estrategia.

No obstante, esta estrategia es arriesgada y conlleva varios desafíos. La aplicación puntual de aranceles repercute en la cadena de suministros, encareciendo las importaciones y, en consecuencia, elevando los precios para los consumidores. Además, el uso reiterado de estas medidas –aunque sean reversibles– genera incertidumbre en los mercados internacionales y mina la confianza en el sistema de comercio global, al percibirse más como un instrumento de confrontación que de negociación; esto, a su vez, reduce la confiabilidad de Estados Unidos como socio comercial. Así, el reto para la administración estadounidense es lograr que estas barreras funcionen como instrumentos de presión sin convertirse en un obstáculo permanente para el crecimiento y la integración económica mundial.

Además, cabe analizar si el proteccionismo es la forma más eficiente de alcanzar estos objetivos o si existen alternativas que impliquen menores costos económicos. La historia enseña que, si bien el uso táctico de aranceles puede resultar efectivo a corto plazo, el verdadero crecimiento se sustenta en la apertura y la cooperación internacional. El desafío para Estados Unidos radica, por tanto, en equilibrar la necesidad de asegurar su autonomía y seguridad nacional con la obligación de mantener canales comerciales fluidos y competitivos.

Para Argentina, la política exterior realista de Estados Unidos es un arma de doble filo. Por un lado, genera un entorno internacional más incierto, en el que priman las fuerzas de los países sobre las instituciones; por otro, abre oportunidades bilaterales de cooperación que antes no existían.

A partir del alineamiento de intereses, se pueden construir acuerdos rápidos y concretos en materia de comercio, inversiones y seguridad que favorezcan el posicionamiento argentino. A mediano plazo, incluso se podría impulsar un ambicioso acuerdo de libre comercio que acerque a las economías libres de América. El reto para Argentina consiste en desarrollar una visión estratégica que le permita identificar y aprovechar estas oportunidades.

Economista Jefe de la Fundación Libertad y Progreso, y Theo Ellmann, Analista de la Fundación Libertad y Progreso.

Texto elaborado en co-autoría con Theo Ellmann, Analista de la Fundación Libertad y Progreso.

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