27 de octubre 2024 - 00:00

¿Por qué molesta tanto la clase media?

En el país de no me acuerdo, andamos un poco perdidos sobre la pertenencia a la clase social.

En septiembre, una pareja con dos hijos (as) en la Ciudad de Buenos Aires y teniendo casa propia, tenía que juntar $993.854 para no ser pobre, mientras que en septiembre del 2023 ese monto era de $322.275, es decir se triplicó la línea de pobreza. 
En septiembre, una pareja con dos hijos (as) en la Ciudad de Buenos Aires y teniendo casa propia, tenía que juntar $993.854 para no ser pobre, mientras que en septiembre del 2023 ese monto era de $322.275, es decir se triplicó la línea de pobreza. 
FOTO: Hoy.es

Si todos somos clase media, nadie lo es. La sociología ya identificó ese problema de autopercepción hace rato: los ricos creen que simplemente son clase media, y los trabajadores y trabajadoras empobrecidas se sienten clase media porque quizás viven en la casa que pudieron dejarles sus padres, aunque sus ingresos nunca hubiesen permitido el sueño de la casa propia, o por tener un celular flip a pesar de pagar el mínimo de la tarjeta de crédito.

Así, en el país de no me acuerdo, andamos un poco perdidos sobre la pertenencia a la clase social. Hay una confusión que radica en diferenciar flujos de stock, es decir si bien por ingresos (flujo) uno puede tener una u otra pertenencia de clase, por riqueza (stock) puede tener otra. Y normalmente el stock también da círculo social, relaciones y el famoso capital social del que hablaba Bourdieu. Pero la confusión es muy coherente también con el clima de época: para los libertarios las clases no existen, son solo individualidades.

Pero esa clase media, que Svampa caracteriza como una clase que intenta comportarse como una clase alta y vota en contra de sus intereses, identifica a la educación y al consumo cultural como su escalera de ascenso social. Y ese acceso está puesto en jaque hoy por las políticas de ajuste de Javier Milei.

En septiembre, una pareja con dos hijos (as) en la Ciudad de Buenos Aires y teniendo casa propia, tenía que juntar $993.854 para no ser pobre, mientras que en septiembre del 2023 ese monto era de $322.275, es decir se triplicó la línea de pobreza. ¿Y los salarios? Bien gracias, ahí siguen planchados (o recuperándose muy de a poquito) para garantizar el ancla antiinflacionaria y de reducción del riesgo cambiario que necesita el Sr. Presidente.

Volvamos a la clase media. Ese mismo informe de informe del GCBA, indica que para considerarte clase media en la Ciudad si estás en pareja y tenés hijos y también casa propia (detalle no menor), necesitas ganar entre $1.548.416 y $4.954.931 por mes. Insisto, si ganás con tu pareja $1.500.000 y pagan alquiler, pertenecen un sector medio frágil o no pobres vulnerables. Esto implica que es muy sencillo que con una pequeña variación del tipo de cambio, aumento de tarifas, o que tengas que afrontar un gasto extraordinario, entonces te caigas en la pobreza.

¿Qué hicimos mal para caernos de la clase media? Nada. O sí, facilitarle la autopista a Milei para este gobierno. La clase media argentina o el “medio pelo” como diría Jauretche, abultada gracias a los años de incorporación de los trabajadores y trabajadoras a las políticas del Estado a partir del primer peronismo y luego con el kirchnerismo, reniegan de su origen y pierden perspectiva política al mimetizarse con la cultura dominante de las clases altas. Pero hoy, que no alcanzan sus bolsillos para comprar los famosos AL30, para aprovechar la caída del riesgo país para comprar CEDEARS, que no disfrutan la caída de los precios de los bienes finales importados porque usan la tarjeta de crédito para ir al supermercado o pagar el ABL, hoy, esa clase media está fragmentándose, una vez más, al igual que sucedió en los 90s.

Puede que esa clase media aún no se sienta interpretada por el peronismo, pero desprecia las formas de Milei, la incapacidad de sostener el INCAA, le indigna que la misma Mirtha Legarnd sea su representante de valores básicos de convivencia de la Argentina. Porque es también ese grupo social el que aprovecha las obras sociales financiadas por el trabajo y los sindicatos, la cultura en las calles, en los teatros, en los museos. Es también quien usa el subte, el tren, el colectivo. Sufre la inseguridad, está preocupada por los cortes de luz, y le llegan facturas de servicios que poco tienen que ver con sus ingresos. Hoy la clase media, que quizás se había olvidado de su carácter intrínsecamente de laburante, se ve contra la espada y la pared del juego de Milei.

La realidad es que Javier Milei, Caputo y Sturzenegger no necesitan de la clase media para validar su apoyo social y político. La troika argentina dispone de otros mecanismos “neofacistas” de dominación, y sabe que la clase media es la que piensa, cuestiona y defiende intereses democráticos. Esa clase media molesta al proyecto político de Javier Milei, porque también quiere comer de la torta de los milmillonarios.

Hoy esa clase que era media puede que aún se encuentre en estado de shock, desconcentrada, cansada, agotada, desanimada. Pero solo cabe mirar a los pibes y pibas de las universidades y de las secundarias que defienden nuestras casas de estudios, para saber que la única salida es construyendo nuevamente la alianza con quienes han sido históricamente excluidos y vulnerados pero que son el alma de nuestra patria. Es el 99% del país contra el 1% que representa la troika de Milei.

Economista

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