La economía argentina se encuentra en un punto crítico donde los desequilibrios macroeconómicos, financieros y productivos reflejan una creciente fragilidad estructural. La falta de estabilidad cambiaria, la insipiente y gradual pérdida de confianza de los mercados, el deterioro del empleo y la caída del sector industrial son síntomas de una economía que no logra consolidar un sendero de crecimiento sostenible.
Sin reservas netas y sin dólares del FMI: el carry trade se vuelve inviable
En el contexto global actual, con tasas de interés elevadas en Estados Unidos y un entorno financiero adverso, Argentina enfrenta una encrucijada: adoptar medidas urgentes o profundizar su vulnerabilidad.
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Una devaluación abrupta no solo tendría implicaciones económicas, sino que también podría afectar la continuidad del ministro de Economía.
En el contexto global actual, con tasas de interés elevadas en Estados Unidos y un entorno financiero adverso, Argentina enfrenta una encrucijada: adoptar medidas urgentes o profundizar su vulnerabilidad. Este artículo analizará las principales variables que configuran este escenario y las consecuencias de no tomar decisiones a tiempo.
Vulnerabilidad cambiaria
Uno de los problemas estructurales más urgentes para ortodoxos, heterodoxos, hetero-ortodoxos, Keynesianos y Friedmaniacos, es la carencia de reservas netas en el BCRA. Como señala Daniel Marx (ámbito.com 8 de febrero, 2025), “no hay dólares suficientes para enfrentar una corrida cambiaria”. Esta situación limita severamente la capacidad del gobierno para intervenir en el mercado de cambios y evitar una devaluación abrupta, generando incertidumbre entre inversores y agentes económicos.
El esquema de carry trade, que permitió a los inversores obtener rendimientos elevados en dólares durante 2024 (entre 55% y 300% en dólares) aprovechando tasas en pesos con alta brecha frente a las micro devaluaciones de 2% mensual, ahora intenta perpetuarse al 1% (crawling peg), pero se ha vuelto inviable en el actual contexto de presión sobre el tipo de cambio y escasez de reservas. La creciente percepción de riesgo y la falta de confianza en la sostenibilidad de este modelo han llevado a un incipiente desplazamiento de capitales, proyectando un deterioro del mercado financiero y pudiendo exacerbar la volatilidad.
Indicadores en retroceso
Los mercados reflejaron esta inestabilidad el viernes 7 de febrero de 2025, cuando el Merval cayó un 3,50%, evidenciando la falta de confianza de los inversores. A su vez, el riesgo país alcanzó los 660 puntos, con un incremento de 100 puntos desde su piso reciente. La situación también se replica en los bonos soberanos: el Bonar 2024 retrocedió un 1,14% el último viernes.
En 2024 el sector productivo también muestra señales de deterioro, la industria se contrajo un 9,4%, mientras que la construcción se desplomó un 30%. Estas cifras reflejan un enfriamiento de la economía que impacta directamente en el empleo y el consumo.
Las consecuencias 2024 se ven reflejadas en el mercado laboral. Entre diciembre de 2023 y noviembre de 2024, el empleo privado asalariado registrado se redujo en 119.000 puestos de trabajo, evidenciando el deterioro de la actividad económica y la falta de confianza empresarial para contratar nuevos trabajadores.
Petróleo, política monetaria global, FMI
El contexto internacional no contribuye a mejorar la situación. El precio del barril Brent, referencia para Argentina, se mantiene inestable en torno a los 74,44 dólares, afectando la generación de divisas presupuestadas por exportaciones energéticas. Además, las políticas de la Reserva Federal de EE.UU. apuntan a mantener tasas de interés elevadas, lo que restringe el acceso a financiamiento externo para los países emergentes.
En este contexto, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se vuelve crucial. Sin embargo, los desembolsos de dinero nuevo no llegan. La vocera del FMI siguió elogiando el pasado, pero ha insistido en la necesidad de que Argentina adopte “medidas fiscales, monetarias y cambiarias coherentes” para acceder a nuevos fondos, insinuando la posibilidad de una devaluación.
La inacción esta explicada por el impacto político de una devaluación
Si el gobierno continúa obsesionándose con mantener un esquema insostenible sin tomar medidas contundentes para revertir los riesgos, el desenlace puede ser aún más grave, acercándose las elecciones. Puede pasar de “descarrilamiento en cámara lenta” a “choque frontal” anticipando. Si nada aconteciera antes y se mantiene la fecha de octubre, nadie se va a quedar con pesos desde el mes de julio. Por esa razón el gobierno intenta adelantar las elecciones de medio termino.
La combinación de una fuga de capitales sostenida, un déficit fiscal creciente y una falta de financiamiento externo puede derivar en una crisis de mayor magnitud. Sin reservas suficientes para contener una corrida cambiaria y sin un acuerdo sólido con el FMI, el país podría enfrentar una devaluación desordenada, una aceleración inflacionaria aún mayor y una recesión más profunda. La historia reciente demuestra que los retrasos en la implementación de políticas correctivas solo agravan la magnitud de las crisis, incrementando los costos sociales y económicos.
En contraste, una devaluación abrupta no solo tendría implicaciones económicas, sino que también podría afectar la continuidad del ministro de Economía. La pérdida de credibilidad ante los mercados y la ciudadanía debilitaría su posición dentro del gabinete, aumentando la presión política para su reemplazo. En un contexto de alta volatilidad, la percepción de falta de control sobre la economía podría derivar en un reacomodamiento dentro del gobierno, con consecuencias inciertas para la estabilidad de la gestión económica.
En síntesis, la economía argentina enfrenta un escenario complejo, con una combinación de factores internos y externos que limitan sus posibilidades de estabilización y crecimiento. La falta de reservas, el deterioro del empleo, alguna volatilidad financiera futura y las exigencias del FMI configuran un panorama desafiante que demanda decisiones urgentes y coordinadas para evitar una crisis mayor.
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
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