Culminó la primera reunión de política monetaria de la nueva era Trump. Y la FED, después de tres recortes en los tres últimos cónclaves, mantuvo la tasa sin cambios en 4,50%. Confirmó así lo que ya se sabía. En el tramo final de la gestión Biden, el banco central ajustó su estrategia aceleradamente. Y la transformó en un caso de “gatillo fácil”: una rebaja de 100 puntos base en tres meses. Pero, el 18 de diciembre canceló los comandos y se retiró a cuarteles de invierno. Y ahora espera que la flamante Administración despliegue sus cartas. Aranceles generalizados y sensiblemente más elevados (varias veces su nivel promedio), deportaciones masivas, y reducciones impositivas son ingredientes publicitados del cocktail potente que promueve Donald Trump. Se matizan con promesas de estímulo a la oferta de energía, podas de gasto público y una pujante oleada desreguladora. La FED confía en el repliegue de la inflación de herencia – de ahí, los recortes de tasa de 2024 -, pero se reserva el juicio sobre el real calibre de las Trumponomics. Que la inflación (PCE) núcleo haya aumentado apenas 0,16% en diciembre es una muy buena noticia. Sin embargo, esa dinámica inercial apunta a convertirse en historia, la que legó Biden y Trump aborrece y se propone alterar.
Donald Trump lo hizo: las tasas bajan en todo el mundo menos en los EEUU
La Reserva Federal, después de tres recortes en los tres últimos cónclaves, mantuvo la tasa sin cambios en 4,50%. Pero si la guerra comercial va en serio, tendrán que subir.
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Es hora de borrón y cuenta nueva. Son los cambios agresivos que impulse la flamante Administración los que hay que monitorear. Por eso, el enfoque actual de Powell y compañía es “ver y esperar” de brazos cruzados. El presidente quiere fervientemente (siempre) que las tasas bajen, pero también quiere abordar una guerra comercial a mayor escala que en su primer mandato. Y aunque Trump lo niegue, la inflación podría ser una de las primeras víctimas del fuego cruzado, lo que coloca a la FED a la defensiva, pero hizo empinar ya a las tasas largas. Un punto completo desde septiembre.
Si el enigma de Trump es motivo para que la FED suspenda el proceso de relajación, fuera de los EEUU, alienta el fenómeno opuesto: una reducción más rápida de las tasas de política monetaria. Canadá y el Banco Central Europeo (BCE) produjeron mermas la semana que pasó. El Banco de Inglaterra tiene turno para el jueves. Trump revolea amenazas a destajo, y ninguna economía tiene un andar tan sólido como la de los EEUU para absorber un chubasco así. Distender de antemano las condiciones financieras es una receta oportuna para los países del G10 (ex Japón) y China aun cuando ellos tampoco sepan qué es lo que el magnate se trae entre manos. Y el diferencial de tasas de interés que se ensancha echa leña al fuego con una fuerte apreciación del dólar en el mundo.
Si la guerra comercial va en serio, y no va a ser inflacionaria en los EEUU, será una guerra de monedas. Y el dólar en alza asestará un tremendo mandoble sobre la mesa. Y ahí los bancos centrales, todos, habrán de recalcular sus políticas y tasas con un ojo puesto de vuelta en la coordinación y la estabilidad financiera. La silueta de un nuevo Acuerdo Plaza – como el de 1985 que permitió desmontar el super-dólar de Ronald Reagan – se esboza así en el horizonte. Pero, de momento, Trump juega al solitario. Frunce el ceño, se mira al espejo, y jura que procederá sin contemplaciones.
“Se viene la guerra comercial más tonta del mundo”, titula The Wall Street Journal. El presidente, sobre el filo de la rueda del viernes, señaló que la suba de aranceles ya estaba decidida y no había nada que Canadá, México y China pudieran hacer para detenerla. La retórica oficial se encendió. Se gravarán también las importaciones de chips, acero, aluminio, cobre, productos farmacéuticos, petróleo y gas. Y habrá “una acción sustancial” contra la Unión Europea. También se dijo, en un tema diferente, pero que despierta similar nivel de incredulidad, que la idea de comprar Groenlandia no es una broma y que se retomará el control del Canal de Panamá. Como para desterrar las dudas se aclaró: la Administración sabe que todo esto va a provocar una disrupción en los mercados, pero igual avanzará. El sábado se alumbraron las primeras medidas concretas. Canadá y México pagarán 25% de impuestos. Al diablo el USMCA. Los mercados, el viernes, todavía cotizaban esta realidad como un “bluff”. Nada muy distinto del tratamiento que le dieron a la postre a la aparición de DeepSeek en el terreno de la Inteligencia Artificial, claro que sin el fuerte cimbronazo inicial. Trump les avisó y no le creyeron. Tocará conmoverse hoy.
DeepSeek es un fenómeno desinflacionario, la guerra comercial es una cruzada totalmente a contramano. ¿Podrá el banco central mirar la epopeya sin intervenir? La buena noticia es que, al final del día, la inflación dependerá de la FED y no de la política comercial. Pero Jay Powell no podrá desentenderse. Si Trump no consigue rápido el “deal” que tanto busca y la pax arancelaria no se restablece, deberá cargar nuevamente las armas. Llegado el caso, no alcanzará con levantar la voz de la comunicación. Ni con el revuelo de las tasas largas y las monedas. Como en 2022, habrá que subir las tasas cortas para que los aumentos de precios no desaten las expectativas de inflación, que son el anclaje firme del sistema que ni el desbarajuste del Covid pudo soltar.
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