21 de septiembre 2024 - 00:00

Universidad pública: modelo con prestigio internacional vs la necesidad de reformar para el trabajo

El veto a la ley de financiamiento educativo es un nuevo ataque a la educación. No obstante, hay desafíos que el sistema universitario debe resolver en el futuro.

La Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

La Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

Universidad de Buenos Aires

La educación viene sufriendo un ataque sostenido en lo que va de 2024: pasamos de la eliminación del FONID (Fondo Nacional de Incentivo Docente) al desfinanciamiento de las universidades nacionales.

La educación es una actividad que tiene un altísimo componente de salarios en su costo de funcionamiento. Según afirman desde el Rectorado, en la UBA la masa salarial representa el 90% del total de los gastos, mientras que las cuentas de servicios o la inversión en infraestructura, ambas, apenas llegan al 10%. Incluso teniendo laboratorios en muchas carreras y facultades distintas. Así que, claramente, es una actividad intensiva, estratégica para el país, que necesita revisar su ecuación económica.

Por todo esto, atacar los salarios docentes es atacar directamente a la educación y con esta ley buscamos resolver ese problema puntual.

Lleva muchos años tener capacitados a esos profesores, la inestabilidad o la baja en los salarios públicos los desalienta y la universidad pública es la que fija el parámetro de salarios de todo el sistema. La baja en los salarios de los docentes universitarios nacionales hará que también bajen los salarios de los docentes universitarios privados. Es un mercado muy interconectado.

Si los que dictan la política universitaria no respetan la docencia, mal puede respetarla la sociedad. Y menos entonces será una carrera que alguien elija. La vocación no alcanza: para tener a los mejores docentes hay que pagar bien.

Pero la interpelación a la dirigencia política de todos los espacios que nos hicieron los argentinos en las urnas el año pasado, quienes mayoritariamente apoyaron un candidato que con honestidad brutal les decía que iba a cerrar las universidades públicas, no puede ser sólo respondida con una acción que intenta rescatar a la educación pública y gratuita de un ajuste brutal que fija al revés las prioridades de gestión.

No podemos negar ese cuestionamiento de muchos argentinos, por lo que el siguiente y urgente paso debe ser debatir qué modelo de universidad queremos, cuáles son las carreras que necesitamos, cuál es el anclaje que debieran tener esas profesiones con los sectores productivos. Hay mucho por revisar y corregir, demasiado por interpretar del mensaje electoral de esos papás, esas mamás y esos profesores que nos hicieron un inmenso llamado de atención.

Empecemos por reconocer que hay mucha burocracia en las universidades y que en ellas también hay castas, como existen en el orden político, el económico, en las organizaciones sociales, en la Justicia y en tantos otros espacios del orden público y privado.

En el ámbito universitario hay concursos que no se renuevan, son los que ganan siempre los mismos, son las carreras que no se modernizan, con currículas estancadas hace décadas, metodologías modernas que no se utilizan por falta de inversión en tecnología. Se impone entonces una revisión integral que busque dar respuestas a las expectativas de mucha gente que con gran esfuerzo ayuda a sus hijos a llegar a esa instancia. Con la Ley que sancionamos no vamos a tener universidades más eficientes, más modernas, con laboratorios, con plataformas virtuales, con acceso a las tecnologías que acercan los contenidos a los alumnos. Vamos escasamente a tener universidades con docentes con un salario un poco más digno.

El eje de esta Ley es la inversión que hace el Estado en las universidades públicas, pero debemos también ponernos en el lugar de la inversión que hace el que estudia, de esas familias, de los abuelos, de las mamás, de los papás, que ayudan a sus hijos para acceder a una carrera profesional.

Esa es la inversión que me gustaría que se tuviera en cuenta cuando hablamos de la universidad pública y gratuita. Como diputada nacional me tocó votar la creación de muchas universidades públicas, he defendido el presupuesto universitario todas las veces que me tocó decidir sobre presupuestos nacionales. Desde ese lugar es que mis opiniones están fundadas en mis acciones.

Siempre con la mirada puesta en la Universidad Nacional de Jujuy, defendiendo sus recursos, convencida de que es un valor agregado provincial y regional que debemos cuidar y preservar.

Pese a algunas voces detractoras oportunistas, en estos tiempos políticos que buscan deslegitimar la calidad de la enseñanza, la conquista es que ya nadie pone en duda que la universidad argentina es ejemplo en Latinoamérica y en el mundo, también porque mantiene un compromiso firme con la formación de profesionales libres, críticos y respetuosos del Estado de derecho. Es necesario ahora que se reconvierta en una universidad que forme para el mundo del trabajo.

La gente quiere que sus chicos vayan a la universidad para ser profesionales porque creen en la movilidad social ascendente, esperan una formación que dignifique y multiplique la vocación inicial y particularmente en el interior de la Argentina apuestan a que esos nuevos profesionales se queden en sus tierras a mejorarlas, generando innovación y desarrollo productivo.

Esa movilidad social ascendente no puede ser un discurso vacío: tiene que ser una realidad que se haga carne en la vida de las personas porque si no, no hay forma de entender el respaldo de muchos argentinos a un proyecto político que promovía vaciar de contenido a la educación superior y que ese apoyo haya surgido desde familias de Tilcara, La Quiaca o Palma Sola, en el medio de los cañaverales jujeños.

Definitivamente cerrar las universidades no es un camino, no es una decisión política y no tener política universitaria e inversión desde el Estado tampoco es una solución.

Una región rica que sabe a pobreza

Como diputada nacional, presenté el proyecto de creación de la Universidad Nacional de las Yungas y reiteraré esa iniciativa ahora desde mi banca de senadora nacional porque estoy convencida de la necesidad extrema de realización colectiva que tiene esa región de Jujuy junto al norte salteño.

Es una de las zonas más pobres en términos socioeconómicos de su gente, con mayor desocupación, con menor arraigo, con trabajadores golondrinas abocados solamente a la producción primaria.

Entre la gama de oportunidades que abre el litio, en el triángulo que componen Argentina, Bolivia y Chile, con nuestras reservas nacionales concentradas en Salta, Jujuy y Catamarca, en más de 870 mil hectáreas disponibles, se impone que contemos con una educación que capacite y especialice para las cadenas productivas del litio y sus proveedores de servicios, permitiendo la generación de valor agregado y trabajo de calidad en nuestras provincias del noroeste argentino.

Del mismo modo la zona agraria jujeña por excelencia necesita carreras universitarias que formen para la agroindustria, en la comercialización de nuestros productos y artesanías; tecnicaturas y carreras cortas dirigidas al mercado del turismo; o las especializaciones en las ciencias ambientales, porque en la región contamos con bosques nativos y seguimos sin tener profesionales formados in situ en esa materia, más allá de las ofertas académicas que son insuficientes.

Esta crisis expuesta del sistema podemos asumirla como una nueva oportunidad. Con salarios suficientes, educación de calidad, con las auditorías necesarias para que la sociedad toda sepa que los fondos son gastados en lo que corresponde. Con aulas repletas de estudiantes que participen en mejorar las universidades, que no tengan que luchar contra estructuras avejentadas y camarillas inmovilizadoras.

El desafío está planteado: ¿podrán las universidades tomar ese rol social activo?

¿Estarán a la altura de asumirse desde su incidencia geopolítica y conectar con esa demanda social no sólo para hacer realidad proyectos individuales, sino para construir una sociedad que crezca, se desarrolle y pueda superar todas estas limitaciones absurdas en las que hemos llegado solamente por no ser capaces de ver cuáles son las fallas del sistema?

En el interrogante, está la respuesta.

(*) Senadora nacional por la provincia de Jujuy

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