Créase o no, Donald Trump está de regreso a la Casa Blanca. ¿Cuántas vidas tiene? Una más. El rey de la negociación termina de cerrar en las urnas su mejor “deal”. Será el presidente número 47 de los EEUU tras el fracaso de su reelección en 2020 y su pasaje como el número 45 entre 2017 y 2021. Llegó a un acuerdo con la ciudadanía que no admite discusiones, más allá de lo que haya sido su pasado contencioso (incluyendo el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021). Ganó el voto popular, no solo el Colegio Electoral. Y recibe así un mandato rotundo. Con el control del Senado, y muy posiblemente también de la Cámara de Representantes, Trump está a tiro de repetir la barrida de 2016. Pero su poder actual es superior. El partido le pertenece tras haber purgado o sometido a los díscolos. Suma la experiencia de gestión de la que carecía entonces, y también una legión de funcionarios para designar que le son leales. La Justicia, dejará de hostigarlo. Y heredó de sí mismo una Corte Suprema cuyos fallos armonizan con su ideario de cambios, como lo demostró la anulación de la sentencia Roe versus Wade, referida al aborto, en 2022. Cómo manejará ese poder inmenso es la pregunta.
Wall Street y la cálida bienvenida a Trump: que la saga continúe
Wall Street tiene una respuesta contundente, aunque, por supuesto, con anteojeras. Los tres ínidces le dieron la bienvenida al vencedor estableciendo nuevos máximos absolutos.
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Wall Street tiene una respuesta contundente, aunque, por supuesto, con anteojeras. Vale la pena escucharla porque la palabra está donde está su dinero. El índice S&P 500 trepó 4,6% en la semana (lo mismo que el Dow Jones). El Nasdaq, 5,7%. Los tres le dieron la bienvenida al vencedor estableciendo nuevos máximos absolutos. Por primera vez, el S&P 500 superó la vara de los 6 mil puntos, y el Dow Jones, de los 44 mil, aunque ambos cerraron levemente por debajo. ¿Qué mejor festejo? En su primer período, Trump se pavoneó incansablemente de los sucesivos récords accionarios. Eran, a su juicio, la corroboración evidente de la calidad de su gobierno (por momentos, la única identificable). Y, se sabe, la Bolsa anticipa. Aunque, a decir verdad, el S&P 500 marcó 50 récords en lo que va del año. No se trata de una novedad electoral. Acumula un avance de 25,7% en 2024. El mercado bull ya cumplió dos años y escaló 67% bajo la tutela incierta de “Sleepy Joe” Biden. Wall Street tendrá corazón republicano, pero bolsillos bipartidarios, uno a cada lado del pantalón. Prosperó con Obama, con Trump y con Biden. Con cultura woke o sin ella. Después del colapso de Lehman Brothers con Bush Jr., el mercado alcista secular multiplicó 5,5 veces sus cotizaciones. Y no ve razones para que la saga se interrumpa. En todo caso, Trump deberá probarle que se trata de un exceso de confianza. De momento, los récords de Bitcoin y las small caps le dicen lo contrario, que la bonanza se ensancha.
¿Podrá Trump ser un dictador – “solo el primer día” – como bromeó en un programa de Fox News en diciembre del año pasado? A Wall Street lo tiene sin cuidado. Más poder tiene el mercado de bonos, que ya le mostró los límites de su plataforma electoral. Trump es un campeón de subir los aranceles, frenar la inmigración y deportar trabajadores, y de recortar impuestos. Sus enunciados son directos y efectivos con el votante. Pero su aritmética fiscal y monetaria es deficiente. ¿Qué pasará con el déficit fiscal y la deuda? Ya con Biden los números no cierran. La suba de las tasas largas es un preaviso gentil de lo que le espera si quiere forzarlos más. De empujar su agenda a contramano, los bonos ejercerán la oposición. ¿Y qué pasará con la inflación si los aranceles encarecen los precios de los insumos y de los bienes transables, escasea la mano de obra y el déficit se dispara porque la recaudación por aranceles no compensa la poda de impuestos? En Washington, la FED ha sido más gentil que los bonos. El jueves, recortó su tasa un cuarto de punto. Hubiera hecho lo mismo si ganaba Harris. “No adivinamos, no especulamos, no asumimos” qué políticas se van a aplicar, dijo Powell. A las palabras de un candidato se las lleva el viento. Que Trump decida qué quiere hacer. Si prevalece el piloto automático, rige el mapa de puntos que proyecta baja de tasas todo 2025. Si quiere renunciar a Powell, el chairman no se irá. Señaló que carece de autoridad legal. Su período recién concluye en abril de 2026. Si procura imponer su agenda y combatir la rebeldía de las tasas largas forzando la compra de bonos de la FED, deberá despedirlo. Trump también quiere un dólar débil, y el mercado de monedas le avisó que por la vía de aranceles y tasas más altas se fortalecerá. Si logra deshacerse de Powell, ahí sí el dólar caerá. Pero el remedio será peor que la enfermedad.
Wall Street cruza los dedos para que las Trumponomics – una dieta muy popular, pero de colesterol alto– consigan energizar, como en su primer mandato, los animal spirits empresariales. Instalado en la Casa Blanca, el presidente debe impulsar el colesterol bueno – la desregulación, la merma de la intervención estatal y el mejor clima de negocios - y no pasarse de la raya con el malo. Trump es un administrador de bienes raíces. No ignora el papel crucial de las tasas de interés ni los avatares del ciclo económico. Es el beneficiario de una expansión saludable que superó todos los pronósticos, no querrá malograrla por caprichoso. Como piloto de tormentas no se destaca. Debiera evitarlas. Perdió la reelección de 2020. Zozobró con la burda aventura del Capitolio en 2021. Y se concursó en numerosas oportunidades. Lo suyo es el arte de la negociación y de sacar ventajas. Y su primera regla es imponer ofertas audaces que ganen más terreno que el deseado, y después permitan hacer concesiones que no arruinen el éxito de la misión. Esto ya lo consiguió en las urnas. Ahora debe negociar con la realidad para no erizarla y predisponerla en contra. No precisa retirar sus propuestas de la escena, pero sí tamizarlas. Reducir la dosis y escalonarlas sin que pierdan el sello personal de su valor simbólico. Si usa los mercados financieros como brújula, sabrán marcarle las coordenadas.
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