La economía no es lo que más preocupa a Javier Milei. Después de todo, el Presidente -que antes que nada se reconoce como economista- está convencido de la bondad del programa de estabilización. Los números lo demuestran: el descenso de la inflación, la baja del riesgo país, el dólar quieto, entre otras medidas.
El gobierno de Javier Milei apuesta a ganar las elecciones dando la "batalla cultural"
“Nuestra lucha electoral no será contra candidatos, será en el campo de las ideas”, suelen repetir en los pasillos de la Casa Rosada. El Gobierno aspira a dar la "batalla cultural" presentando a la sociedad las reformas estructurales que Argentina necesita.
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Lo que más le preocupa es que su Gobierno sea exitoso en llevar adelante lo que ha denominado una “batalla cultural” -señalan en la Casa Rosada- para que la gente deje atrás décadas de populismo, de estatismo y abrace las ideas de la libertad.
Por esta razón es que el primer mandatario comenta a sus allegados que no le interesa mantener viva la figura de Cristina Fernández de Kirchner como su oponente, a pesar de lo que opinan algunos analistas. “Mi lucha no es contra personas, se da en el campo de las ideas”, suele señalar. El eje de la campaña legislativa de la Libertad Avanza pasará por “presentar a la sociedad un listado de reformas estructurales que el país necesita: reforma tributaria; laboral; previsional; reforma de los partidos políticos, reiterancia; ley anti mafia; reforma de seguridad nacional; entre otras”.
Pero, con la composición actual del Congreso resulta difícil pensar que alguno de estos proyectos pueda ser aprobado. Desde el entorno presidencial, replican: “los legisladores quedarán expuestos que no quieren contribuir a cambiar el país”.
“De la misma manera que el equilibrio fiscal y la no emisión son la piedra angular en materia económica, la 'batalla cultural' es el eje de la acción política” que intenta llevar adelante el jefe de Estado, según sostiene uno de sus colaboradores más cercanos.
Fracaso de la política tradicional
Milei, una persona que hasta hace algunos años era desconocida, considera que ha llegado a la presidencia de la República en buena medida por el fracaso de los políticos tradicionales, tras años en que los partidos históricos no dieron respuestas a las demandas de la gente.
Este diagnóstico es el que lleva a considerar al jefe de Estado que una parte importante de su responsabilidad es que este cambio no se limite a una reacción al pasado, sino que dé lugar al predominio de una nueva ideología.
En pocas palabras, Milei comenta que esto implica que la gente comprenda la importancia de la libertad y se comprometa con este ideal, que entienda que un Estado grande no es un Estado que protege, sino que oprime.
En más de una oportunidad ha señalado que su máxima aspiración es que la Argentina “se convierta en el país más libre del mundo”, es decir que cada ciudadano tenga la posibilidad de decidir emprender un negocio, estudiar, trabajar o viajar -en suma, sobre su vida- sin ataduras por parte del Gobierno.
Milei también suele decir en la intimidad que sabe que esta batalla no es fácil. Al respecto, considera que el país viene –con mayor o menor intensidad– sufriendo muchos años de estatismo que, según su interpretación, lo llevaron a la decadencia.
Son conocidas las políticas dirigistas que comenzaron con el peronismo en los años cuarenta y se profundizaron con el kirchnerismo en los dos mil, pero también los gobiernos militares mantuvieron una fuerte injerencia estatal, aunque se proclamaran “liberales”.
La presencia de un Estado fuerte y de “políticos corruptos que se enriquecieron a costa de los argentinos de bien” fue posible por la propaganda a su favor que hicieron precisamente esos políticos, según la evaluación de los estrategas de La Libertad Avanza.
Explican que es habitual escuchar en los discursos de estos dirigentes que se “agradece” al presidente, o al ministro o al intendente por la realización de determinada obra, como si los recursos les pertenecieran y ellos graciosamente los hubieran cedido, cuando en realidad son los impuestos los que permiten la realización de estos proyectos. El problema es que mucha gente no tiene conciencia de esta situación, afirman.
Peor aún, esta falta de conciencia llevó a que “el Estado sea responsable de enormes injusticias como que el IVA que paga un pobre del conurbano bonaerense cuando compra leche sirva para solventar el déficit de Aerolíneas Argentinas, una compañía que usa una porción privilegiada de la población”.
En el Gobierno saben que cambiar la cultura lleva tiempo. “A principio del año pasado gran parte de la gente no acompañaba la idea de privatizar Aerolíneas, a mitad de año otro era el panorama”, confiesan en la Casa Rosada, al tiempo que manifiestan sus dudas de cuál será hoy la posición mayoritaria.
El recuerdo del gobierno de Mauricio Macri que tuvo, en su momento, mucha aceptación se diluyó en solo cuatro años. “No tenemos que bajar la guardia, no hay que dormirse en los laureles”, suele recomendar el Presidente a sus colaboradores. Es que, los argentinos vienen de muchas promesas incumplidas y, es lógico, que ante la menor dificultad se instale la desconfianza.
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