El experimento libertario encarnado por Javier Milei llega a su primer año de gestión. Con la promesa cumplida de un ajuste inédito, el Presidente enfila hacia el 2025 con margen de acción para profundizar la reforma del Estado y con optimismo de cara a las elecciones legislativas, claves para garantizarse la gobernabilidad en la segunda parte de su mandato.
Un año de Javier Milei: acumulación de poder, el sistema político en cenizas y un 2025 marcado por el desafío electoral
Los primeros 12 meses de gestión se asientan en el protagonismo del Presidente e indicadores macroeconómicos favorables. Paciencia social, la necesidad de recomponer salarios y generar consensos internos. La inestable sociedad con el PRO y la tensa relación con los gobernadores. La oposición sigue fragmentada. Desafíos del año electoral.
Bajo la premisa de confrontar, con picos incluso de agresividad, adoptó un estilo de comunicación rupturista, con base en las redes sociales, que sigue desconcertando a la política tradicional. Así, Milei atraviesa diciembre sin los estallidos sociales que se pronosticaron desde la vereda de enfrente, con dominio de la agenda, estabilidad macroeconómica y con golpes contados pero certeros en el Congreso, donde despliega una táctica defensiva que le permite bloquear a sus rivales a firma de vetos (reales o potenciales), sostenidos por un tercio que aleja, de paso, fantasmas de un posible juicio político. Un tercio que debería ampliarse en diciembre próximo si en los comicios de medio término redondea un resultado decoroso.
Milei logró en poco tiempo acumular poder político, concentrar el protagonismo y astillar a los partidos opositores. Hay mérito propio, casi unipersonal, pero también errores ajenos que le permitieron atravesar por el llano de la fragmentación y las cenizas de un sistema político que implosionó tras el balotaje de noviembre; un sistema que se encuentra aún en trabajosa reconstrucción. La paciencia de la sociedad, explicada acaso en los males anteriores, fue también una condición que le permitió a La Libertad Avanza (LLA) aplicar motosierra, castigar salarios, jubilaciones y al engranaje productivo sin mayores consecuencias.
La inflación a la baja, el equilibrio fiscal, el dólar controlado son indicadores que cierran en positivo, sostén de la confianza a futuro para buena parte de la población. La facilidad para marcar las reglas del juego, desactivando conflictos en la calle que prometían ser ruidosos, como el de los universitarios, fue otra marca del Gobierno libertario.
Continuidades
La marcha de la administración Milei es vertiginosa, cambiante. Siempre está pasando algo. Anuncios, peleas, internas, proyectos, improperios, ventas de empresas, renuncias, despidos, escándalos. Nadie que siga la diaria podrá decir que se aburre.
No obstante, en ese mar revuelto hay cosas que prácticamente se mantuvieron estables entre ambos diciembres. La oscilante relación entre Milei y Mauricio Macri, una sociedad por conveniencia que avanza y retrocede cada semana, o las tensiones permanentes entre la Casa Rosada y los gobernadores, son algunas de las continuidades que se observan en la saga. La obsesión por fomentar su imagen de líder global, también es un rasgo invariable en el año del Presidente.
Respecto al primer punto, el PRO de Macri pasó de pujar por un cogobierno a abonar una alianza parlamentaria, que podrá extenderse por necesidad al plano electoral. Así como los amarillos fueron garantes de las reformas de Milei, también le pondrán un límite a la expansión de LLA. Si van de la mano en 2025, tiene ese joint venture más chances de triunfar en distritos clave, pero la ganancia neta de bancas soñada por las Fuerzas del Cielo se verá diluida. Una ecuación que tiene que contemplar a todos los aliados que componen el tercio de Diputados. Un esquema donde la boleta ganará competitividad, pero aún con una victoria clara LLA seguirá lejos de conseguir mayorías.
Milei, además, tomó en el “estado del arte” la experiencia de Macri, con quien comparte una cosmovisión. No solo convocó a exfuncionarios de Cambiemos como Luis Caputo, Federico Sturzenegger o Patricia Bullrich, sino que evitó el gradualismo y aceleró reformas. En lo político, al igual que el PRO en su momento, LLA se nutrió de peronistas que estaban en los márgenes en sus distritos (como Martín Menem en La Rioja) o bien de aquellos dispuestos a darle vuelta la cara al PJ para abrazar, en este caso, “las ideas de la libertad”. Entre estos últimos se anotan funcionaros como Daniel Scioli, gobernadores como Osvaldo Jaldo o Gustavo Sáenz, o legisladores como el polémico senador entrerriano Edgardo Kueider, a quien ahora dicen desconocer, pese a haber sido un soldado mileísta en cada votación en el recinto.
En ese tren, por más que el estilo sea novedoso, hay partes de la película libertaria que ya se han visto antes. Otra administración del pasado anotada en ese “estado del arte” es la Carlos Saúl Menem, reivindicado por Milei, con busto en la Rosada y con la incorporación de familiares a la gestión. Más allá del apellido presente, hay una evocación del menemismo en la idea de achicar el Estado (excepto en áreas como Defensa o Seguridad), en espasmos desregulatorios y en reinstaurar una batalla cultural demodé respecto a la supuesta eficiencia del privado contra la ineficiencia de lo público. Un etcétera que podría seguir incluso con llamativas coincidencias en la esfera de la vida privada.
Se mencionaba entre las continuidades la relación difícil que mantuvo con los gobernadores. El desfinanciamiento a las provincias generó sismos cotidianos, en un universo de mandatarios que se reconfiguró tras el 2023, con menos peso del peronismo y un mayor volumen de lo que fue Juntos por el Cambio, además de los provincialismos que entendieron que ese formato sigue siendo redituable, con ventanilla directa, sin intermediación.
A poco de asumir, Milei recibió la amenaza de la Patagonia de frenar envíos de hidrocarburos, incluso se afianzó esa liga regional sureña con un dejo separatista. Luego, cada cual siguió su camino y los rebeldes patagónicos negociaron por separado en Balcarce 50. A la larga, el Gobierno supo no solo neutralizar los reclamos, sino también dividir bloques, arrimar al fogón libertario a gobernadores de todo color político. Consiguió sumarlos a la foto simbólica del Pacto de Mayo y a la firma de la ambiciosa ley Bases, por mencionar dos momentos relevantes del año de Milei. Solo quedaron del otro lado un grupo del peronismo duro, apenas una media docena de gobernadores.
¿Seguirá en 2025 ese juego? Pareciera que la decisión de Milei de no ceder a las demandas provinciales en el Presupuesto, que de hecho se prorrogará de forma inédita por segundo año consecutivo para ganar discrecionalidad en el manejo de fondos, podría volver a enturbiar el vínculo, al igual que la cercanía electoral. Jefes provinciales fueron más generosos de la cuenta por tener tiempo y espalda. Sin caja, con promesas incumplidas y con la necesidad de defender el territorio en las urnas, el 2025 será un año de barajar y dar de nuevo.
Internas calientes
Con pocos soldados en el Congreso, Milei se las arregló para aprobar las normas que necesitaba. Y avanzar a un loop de paralización, donde la falta de quórum (y por ende de consensos) es moneda corriente.
El Gobierno debió seducir a los ajenos pero también unir a los propios, ya que el oficialismo fue un espacio con internas a cielo abierto, resueltas muchas veces en modo adolescente, con acusaciones cruzadas en las redes sociales. Deserciones de diputados y de senadores, bloques partidos en las legislaturas bonaerense y porteña, algunas muestras de la pelea de fondo: Milei vs Villarruel, una batalla que tampoco es novedosa y que se inscribe en la serie de presidentes enemistados con sus vices. La Libertad Avanza, como fuerza nueva, tiene demasiadas cuitas.
En el circuito negociador tuvo un rol clave Guillermo Francos, interlocutor ante sectores díscolos, como gobernadores, gremios y sectores del PJ. Pero el grueso de las decisiones pasó por el triángulo de hierro que conforman el Presidente, su hermana y secretaria general de la Presidencia Karina y el asesor Santiago Caputo. Una mesa de tres que purgó el gabinete y que define los pasos a seguir en materia política, de alianzas y de comunicación.
La presencia de Milei en el barro político fue fluctuante. Por momentos se despegó de la arena local para recibir premios internacionales y participar en cumbres conservadoras globales, pero en otros se cargó al hombro negociaciones con jefes de bloque o jefes provinciales, siempre llevando la conversación al puerto deseado por el Gobierno. También supo pararse encima de la interna en los momentos más calientes de las peleas intestinas.
Esa acumulación de capital político se dio con un condimento ya mencionado: la atomización de la política, que atraviesa un proceso de reconstrucción. El peronismo definió su propia interna en la Justicia y con Cristina al frente propicia ahora una polarización extrema que también le sienta cómoda a Milei. No obstante, el kirchnerismo no parece contener a todo el PJ. El radicalismo redefine su identidad con el partido convulsionado y el bloque de Diputados dividido en tres. El PRO también se quebró con el duelo entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich, con coletazos que seguirán en la definición de candidaturas.
Un caos que le fue útil a Milei para salir bien parado en varias batallas. Organizaciones sociales hacen menos ruido que en otros diciembres, y los gremios que amagaron con ponerse al frente de la oposición terminaron el año envueltos en la trampa libertaria de pérdida de legitimidad ante los reclamos. El caso aeronáutico, el más visible.
El 2025 a la vuelta de la esquina
La contienda electoral será el hecho central de la política del año próximo, y de hecho todos los actores ya están en modo campaña. La conformación de La Libertad Avanza como partido apunta a evitar la dependencia de otros sellos y presentar candidatos en los 24 distritos.
No será una elección. En rigor, serán 24 elecciones. En todas se utilizará boleta única papel (BUP) y no habrá arrastre del apellido Milei excepto en el distrito donde se postule (si se postula) Karina. Si habrá PASO o no se discutirá en extraordinarias. De no haberlas, la negociación Milei – Macri por las listas del oficialismo será a los codazos limpios, siempre de avanzar la alianza al menos en los distros clave. La disputa entre ambos se tensó por la decisión de LLA de no apoyar la ley de Ficha Limpia que impulsaba el PRO. Se trata también del dominio de la agenda: no quiso Milei regalarle a sus aliados los caramelos de ciertas victorias pírricas, como Ficha Limpia al PRO o democracia sindical a la UCR amigable. En lo coyuntural, Ficha Limpia hubiese corrido a Cristina de la cancha, y Milei la prefiere adentro. De eliminarse las primarias, Cristina tendrá la lapicera en el orden de las candidaturas peronistas.
Pero los desafíos para Milei no son solo electorales. O si solo son electorales también deberá resolver los puntos flacos de su gestión para blindarse en las urnas. La caída del salario fue feroz y la recuperación de los últimos meses no alcanzó para dar vuelta la derrota. El poder de compra se licuó aún más por el reequilibrio de los precios relativos: los gastos en servicios y transporte ocupan más porción del sueldo que antes. El margen del recibo de haberes se achicó en la era libertaria.
Recomponer el bolsillo parece una tarea esencial, y el mercado no siempre está dispuesto a hacerlo. La política aperturista y la apuesta por sectores extractivos y del campo también elevaron la presión a las industrias, en especial a las pymes, con consecuencias en el nivel de empleo. El Gobierno comete un error si confunde pasividad con aprobación, o paciencia con apoyo irrestricto.
Si bien se trata de un aspecto económico, parte de la paz en la política proviene de la baja de la inflación, acaso el mayor éxito de Milei y al que se aferra con uñas y dientes. Mantener esa curva descendente se convirtió en leit motiv del Gobierno, con una bandera que se alza cada mes, en cada medición del INDEC. La necesidad de sostener ese indicador, en especial en año electoral, lleva a otras encrucijadas: el valor del peso que le quita competitividad a la industria local y los posibles costos políticos de concretarse la reclamada salida del cepo. El dilema de la sábana corta que empieza a acechar al Gobierno.
La otra salida que puede ser un riesgo para el Gobierno es la del carry trade, con ganancias fastuosas para quienes apostaron a los negocios financieros. Un recurso que lejos de ser novedoso también aparece en el “estado del arte”.
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