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¿Sabía ud. que?
Esos diez zócalos resultan tan deshabitados como el que le ha dado nombre al Zócalo, la plaza del centro histórico del Distrito Federal de México. Pero, a diferencia del desierto basamento mexicano, los diez que están en lo alto de la Facultad de Ingeniería, allá por los años 50, durante unos cuatro años estuvieron ocupados por alegóricas estatuas neoclásicas, que remitían de modo evidente a las del arte bendecido por el Estado en la Alemania del Tercer Reich, la Italia de Mussolini y la Unión Soviética, donde sólo era aceptado el «realismo socialista». Esas estatuas nada tenían que ver con emblemas de la ingeniería, la ciencia, el saber o la libertad como las de inspiración masónica que adornan algunas plazas, como en el Monumento a los Dos Congresos.
Lo que hoy es la Facultad de Ingeniería de la UBA, en el barrio de San Telmo, fue entre 1951 y 1955 la Fundación Eva Perón. Se dice que Evita quiso que se construyera allí para estar «a no más de una cuadra de la CGT» (nunca la llegó a utilizar). Para decorar el frente del edificio se planeó esculpir emblemas del peronismo en mármol de Carrara, y para ello se contrató al artista italiano Leone Tommasi, que hay quienes sostienen que luego de su visita a Europa era para Evita «su escultor favorito». En 1950, Tommasi instaló su taller en San Isidro y realizó aquellas 10 estatuas, entre las que estaban la de «los derechos de la mujer», cuya figura femenina era buscadamente la de Evita y la de «los derechos del trabajador», que era
un «descamisado» parecido a Perón.
En 1955, la Revolución Libertadora sacó esas estatuas y las arrojó al Riachuelo, de donde, en 1996, por orden del presidente Menem, fueron extraídas. Sólo se encontraron tres que en la actualidad se pueden ver en la quinta de San Vicente donde está enterrado Juan Domingo Perón.
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