Uruguay ingresó al 40° aniversario de las elecciones que marcaron el regreso a la democracia al calor todavía de los resultados de una nueva jornada electoral que tuvo una alta participación de la ciudadanía —casi el 90% del padrón de habilitados— y que definió a quien será el presidente por los próximos cinco años, con los desafíos de gobernar sobre acuerdos y un verdadero diálogo interpartidario. El presente explica mucho por sí mismo, pero ¿cuáles fueron los aprendizajes de la sociedad y el sistema político tras aquellos 12 años de dictadura cívico-militar?
A 40 años de las elecciones del regreso de la democracia: ¿qué aprendieron la sociedad y el sistema político?
El 25 de noviembre de 1984, los uruguayos eligieron a Julio María Sanguinetti como presidente democrático tras 12 años de dictadura.
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El 25 de noviembre de 1985, la sociedad uruguaya volvió a las urnas tras más de una década para elegir un nuevo gobierno nacional legítimo —en 1982 ya se habían llevado a cabo unas elecciones internas—; un reclamo que había sido imposible de ocultar por la dictadura desde el plebiscito de 1980 en el que el gobierno de facto había sido derrotado en su intento de legitimar constitucionalmente el régimen dictatorial.
Si bien la transición democrática no fue perfecta —el blanco Wilson Ferreira era un preso político, y los líderes del Frente Amplio (FA) Líber Seregni y del Partido Colorado (PC) Jorge Batlle proscritos—, el 87,87% de las 2.197.503 personas habilitadas para votar acudieron las urnas aquel domingo para reafirmar el deseo de volver a vivir en democracia.
La fórmula colorada integrada por Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo fue la elegida para llevar a cabo la tarea. Pero todos los partidos políticos tuvieron el desafío de, por un lado, fortalecer las instituciones —hoy en día una de las características distintivas de Uruguay—; y, por el otro, de interiorizar ellos mismos la importancia de la democracia, sobre todo, considerando que en las filas de los sectores de todos los colores había posturas afines a la dictadura.
Lo que aprendió el sistema político uruguayo
“El gran aprendizaje del sistema político fue la valoración de la democracia”, consideró el doctor en Ciencia Política y docente de la Universidad de la República (UdelaR), Antonio Cardarello, en diálogo con Ámbito. A partir de ello quedó en evidencia “la necesidad de acuerdos en temas relevantes” y, por lo tanto, se puso a prueba “la búsqueda de esos acuerdos, primero, y de coaliciones, después”.
El también doctor en Ciencia Política y escritor Jaime Yaffé coincidió: “En todos los partidos hubo una revalorización fuerte de la democracia como régimen político. Antes de la dictadura había sectores importantes en todos los partidos que tenían muy baja valoración o que, teniendo una alta valoración, se comportaron de forma que conspiró contra la supervivencia de la democracia”.
En ese sentido, con la revalorización del régimen democrático vino también para el sistema político y los grandes partidos la necesidad de tener un comportamiento acorde, que no atentara contra esa democracia.
“Los partidos aprendieron a convivir pacíficamente sin afectar la estabilidad democrática, y aprendieron a alternarse en el gobierno en forma normal y no conflictiva; aprendieron a dirimir sus diferencias dentro de las reglas del juego democrático”, consideró Yaffé. Esta alternancia que permitió que los tres grandes partidos de Uruguay —Frente Amplio, Partido Nacional (PN) y Partido Colorado— gobernaran, también es uno de los aspectos destacados por Cardarello, que la señaló como algo beneficioso para el sistema democrático.
Incluso, este punto se pudo observar en la noche misma del balotaje 2024, el domingo, cuando el resultado de las urnas declararon como ganador al frenteamplista Yamandú Orsi como el próximo presidente de Uruguay. El 1° de marzo, será el blanco Luis Lacalle Pou quien le traspase el mando que, a su vez, cinco años atrás recibió de Tabaré Vázquez, otro dirigente del FA.
“Son aprendizajes muy internalizados. Es una forma de competir políticamente que, además, le sirve a todos, entonces se cuida de actuar de manera que se puedan sostener ciertos niveles de convivencia política”, sostuvo Yaffé.
Una sociedad comprometida con la democracia
A nivel de la sociedad también se mantiene el compromiso democrático, también revalorizado tras 12 años de dictadura cívico-militar. Y también visible en la importante participación que tuvo la segunda vuelta electoral: un 89,4% de las 2.727.120 personas habilitadas para votar acudieron a cumplir su deber y derecho cívico, una cifra similar a la de la instancia general en octubre.
“El principal actor social organizado es el sindicalismo, el PIT-CNT, y ha internalizado muy fuertemente el valor de la democracia, además de que ha aprendido a tramitar sus demandas utilizando los recursos que la democracia uruguaya ofrece, como la democracia directa”, consideró Yaffé, en referencia al reciente plebiscito de la seguridad social que impulsó la central sindical; el cual, además, tuvo una amplia adhesión pese a que no logró los votos necesarios para ser aprobado.
En paralelo, Uruguay es el país de América Latina con los niveles de aprobación democrática más altos: según los análisis de la ONG Corporación Latinobarómetro, el 69,4% consideró en 2023 que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno; y el 65,8% señaló estar satisfecho con las instituciones democráticas.
De todos modos, estos niveles han ido bajando en los últimos años, principalmente presionados por diferentes problemáticas sociales que no encuentran una solución definitiva incluso en el período democrático ininterrumpido más largo del país, como la pobreza, las dificultades para acceder al mercado de trabajo por parte de algunos sectores o la situación del sistema educativo, entre otros.
“Son cuestiones que pueden estar haciendo que, si bien se valora la democracia, hay cierta insatisfacción con la situación de vida concreta que se produce en el marco de la vida democrática que termina erosionando esa valoración”, reflexionó Yaffé. Asimismo, señaló que el paso del tiempo hace que el recuerdo concreto de lo que significa haber vivido una dictadura se vaya diluyendo.
Por el momento, igualmente, Uruguay sigue demostrando creer en la democracia, con algunos celebrando los resultados del domingo y otros todavía lamentando el desenlace, pero todos convencidos que, en los próximos cincos años, habrá que tirar para el mismo lado, hasta que lleguen unas nuevas elecciones.
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