La economía y las finanzas en Argentina vivieron horas electrizantes en los últimos días. El viernes se divulgó el dato de inflación de marzo, que no fue bueno (subió al 3,7% mensual) y el Banco Central seguía vendiendo dólares y perdiendo reservas. Mientras, el FMI ya había madurado el acuerdo con el país vecino, que se hacía urgente dada la situación.
Argentina hacia la normalización cambiaria, bueno para Uruguay
Más allá de las dificultades que puedan sobrevenir, las nuevas medidas cambiarias argentinas son positivas. Entre otras cosas, porque es clave que los precios relativos tiendan a sus niveles de fundamento.
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Varios de los pedidos que el FMI le hizo a Javier Milei deberán pasar por el Congreso.
Pero faltaba un “detalle”. Con fundamentadas razones, el FMI exigía -como condición para otorgar el apoyo- que se flexibilice el régimen cambiario, tanto en la cotización del dólar oficial como en las transacciones externas (cepo). Y así lo hizo el gobierno de Javier Milei, aunque la liberación cambiaria aún no es total.
De un tipo de cambio fijo deslizante al 1% mensual, se pasa a una banda de flotación amplia (de 1.000 a 1.400 pesos) que también se deslizará al 1% mensual. De manera que no es una flotación totalmente libre, pero tiene un margen amplio. En cuanto al cepo, se liberó el acceso de dólares para las personas (se eliminó la restricción de 200 dólares mensuales, siempre que se opere por cuenta bancaria) y para las empresas se habilitó el giro al exterior de dividendos recién a partir de este ejercicio 2025 (a realizar en 2026). También se eliminó el dólar “blend” para los exportadores, lo que -en principio- les mejora el tipo de cambio, aunque moderadamente.
En la primera jornada en el nuevo régimen, se dio lo que el gobierno esperaba: subió el dólar oficial de manera significativa (12%) pero bajó el paralelo (6,5%), de manera que la brecha cambiaria cayó al 4,5%. “Masterclass” dicen los oficialistas acérrimos. No tan rápido: aún falta ver cómo se mueven las reservas, qué decisiones tomarán importadores y exportadores y (asunto clave) cómo se moverán los precios al público. Porque el control de la inflación es el gran logro del gobierno y no se les puede ir de las manos (este año hay elecciones legislativas).
Por esta razón no es extraño que Milei les exija a los agroexportadores que -ahora con un dólar más conveniente- liquiden las exportaciones y, así, ingresen más dólares a la economía. Las reacciones desde el campo no fueron las mejores, pero lo importante surgirá del propio mercado; estamos en plena cosecha de soja y la entrada de dólares por exportaciones es clave para el gobierno argentino.
Como también ha sido clave la presencia del secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, que viajó exclusivamente a Argentina para respaldar al gobierno y su conducción económica. Es una señal de apoyo que seguramente no es gratuita, pero apuntala el sendero hacia la normalización de la economía.
¿Y Uruguay?
Para Uruguay, el hecho de que Argentina se encamine a una “normalización” de su mercado cambiario, es una buena noticia. Cabe recordar lo que sucedió en 2023, cuando en pleno desmadre inflacionario -con dólar oficial anclado y cepo firme- el dólar paralelo se fue a las nubes, motivando a los uruguayos a cruzar el río para disfrutar y/o consumir. El daño, obviamente, fue sobre el empleo y la actividad en Uruguay, en especial en el litoral, cuyos departamentos fueron los que más sufrieron la crisis cambiaria. Se estima que se desviaron unos u$s 500 millones de consumo uruguayo hacia Argentina, respecto a una situación normal.
Lo “normal” es que haya libertad de cambio, lo que -entre otras cosas- reduce o elimina el mercado paralelo, que fue lo que le hizo enorme daño a Uruguay. Con el nuevo régimen cambiario en Argentina la brecha entre el paralelo y el oficial se ha achicado y -por lo tanto- el primero tiene menos sentido de existir. Veremos qué sucede en estos días, pero el arranque ha sido alentador.
En la gráfica adjunta se muestra la evolución de los precios en Argentina (tomando el IPC del Indec) medidos en dólares según la cotización del dólar paralelo. Se ve claramente allí la caída del 2023. En los últimos meses, por el contrario, los precios, en dólares “blue”, subieron sensiblemente, situación que se sostendría con el nuevo régimen. Tomando los datos del lunes, y suponiendo una inflación de 5% en Argentina en abril, los precios en dólares estarían 25% por arriba del valor de hace un año.
Los vecinos todavía tienen un largo trecho por andar. El compromiso con el FMI implica acumular reservas por u$s 4.000 millones de aquí a junio, lo cual es un desafío exigente (deberán seguir acumulando en los meses siguientes). La renovación de la confianza de los consumidores y de los inversores dependerá, en buena medida, de que Argentina pueda cumplir esas exigencias manteniendo la estabilidad de precios, asunto que está por verse; esto es clave también para la suerte del gobierno en las elecciones.
En los últimos tiempos se asistió a un fuerte ingreso a Uruguay de inversiones desde Argentina, en especial en el sector inmobiliario. Es posible que parte de ese flujo se deba a una “huida a la calidad” al más confiable Uruguay. Esto va a permanecer, pero una Argentina mejor encauzada convocará y retendrá más inversiones, lo que hay que tener en cuenta a mediano plazo. En cualquier caso, una economía argentina más dinámica y con buenas perspectivas (se estima un 5% de crecimiento este 2025) siempre va a ser mejor para nuestro país que un vecino inestable e impredecible, que así como “expulsa” inversores, absorbe consumo con dólar informal. Con el nuevo régimen cambiario en Argentina ese escenario va quedando atrás y es una buena noticia para Uruguay.
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