19 de noviembre 2024 - 08:14

Inflación y política económica: se mantiene el desafío de impactar en materia fiscal y salarial

La baja de la inflación y su estabilización en el rango meta es un logro significativo. Queda pendiente que la política monetaria coordine mejor con la fiscal y la salarial.

Un asunto pendiente es cómo la política monetaria es acompañada por la política salarial y la fiscal.

Un asunto pendiente es cómo la política monetaria es acompañada por la política salarial y la fiscal.

Foto: BCU

Por decimoséptimo mes consecutivo la inflación se ha mantenido en el rango meta del Banco Central del Uruguay (que va de 3 a 6%). El dato anual a octubre marcó un descenso al 5% según el IPC. Luego del pico de inflación post-pandemia, frente al cual el BCU emprendió una política monetaria restrictiva para bajarla, la tasa anual de aumento de precios ha ido descendiendo y entró al rango meta en junio de 2023, para seguir allí desde entonces (gráfica).

Inflación y política monetaria

El objetivo del Central ahora es que se ubique de manera más consistente y permanente cerca del centro del rango (4,5%), tal como explicitó la semana pasada en el comunicado que anunció la decisión de mantener la Tasa de Política Monetaria en el 8,5%. Se considera que este nivel en la tasa de interés es de neutralidad, en la medida que las expectativas de inflación de los empresarios se mantienen cerca de 6% y el crecimiento de la economía de mediano plazo está entre 2,5 y 2,7%.

En este contexto, luego de la elección de Donald Trump en EEUU, asistimos a una suba del dólar a nivel global que también se está observando en nuestro país. El billete verde alcanzó los 43 pesos en el interbancario la semana pasada y, si bien luego retrocedió levemente, está evolucionando claramente por encima de la inflación. Dado que la economía uruguaya tiene un alto nivel de dolarización, es esperable que esto presione sobre el IPC, aunque hay que ver cuánto y cómo. Porque al mismo tiempo -claro está- el dólar fuerte presiona sobre los precios internacionales de los productos que se comercializan globalmente; hay excepciones, pero confirman la regla. El caso más notorio es el petróleo: el dólar global subió, y el crudo está debajo de los 75 U$S/barril Brent, lo que permitió bajar el precio de los combustibles en octubre y mantenerlos en noviembre, a pesar de la suba del dólar. Algo similar sucede para otros productos; cuando el dólar se afirma, los precios internacionales tienden a bajar y ese balance -en general- neutraliza o atenúa el impacto sobre los precios internos. De todas formas, habrá que ver cómo sigue esto en las próximas semanas.

Y habrá que ver también qué sucede con el cambio de gobierno en Uruguay. Si es electo Álvaro Delgado (oficialismo) es razonable pensar que el Banco Central seguirá su política monetaria independiente, sin intervención en el mercado cambiario y apuntando a bajar y consolidar una inflación baja. La última intervención cambiaria directa del BCU en el mercado fue en agosto de 2021, hace ya más de 3 años. La no intervención en el mercado cambiario se va afirmando como política, fortaleciendo el mecanismo de metas de inflación con la tasa de interés como herramienta activa.

Si resulta electo Yamandú Orsi (Frente Amplio), hay una incertidumbre algo mayor, aunque el mercado no ha mostrado gran nerviosismo. Recientemente consultaron a su eventual ministro de Economía, Gabriel Oddone, si volverían los “platitos chinos”, ese concepto que acuñó Mario Bergara cuando integraba el equipo económico frentista. Alude a mantener la inflación baja, pero también un tipo de cambio competitivo con nivel de actividad, todo a un tiempo, girando. Oddone respondió que no, pero en el MPP han cuestionado que el BCU no intervenga cuando el dólar cae fuerte en su valor real, como sucedió a principios de este año.

La suba del dólar mejora, a corto plazo, las cuentas para los exportadores de productos y servicios, desde el agro hasta la hotelería, pasando por el software y los servicios profesionales. Pero hay que tener en cuenta que la suba del dólar es global, de manera que -en términos relativos, que es lo que importa- no se vislumbra una ganancia de competitividad-precio significativa.

Con la actual suba del dólar y a pesar de su eventual presión sobre la inflación, el BCU tampoco interviene y eso reafirma la coherencia de la política. Podía presumirse que este empuje del dólar a pocos días de la segunda vuelta electoral causaría cierto nerviosismo en el oficialismo, pero aparentemente el asunto se ha procesado bien, sin aspavientos. Sería un valioso síntoma de madurez. Incertidumbre sí causó la eventualidad de que se aprobara el plebiscito de la seguridad social, que motivó ventas de algunos bonos uruguayos y un salto en el dólar, que luego se aplacó ante la derrota del SÍ.

La independencia del Banco Central es en todo deseable y en Uruguay hay predisposición a afirmarla, pero aún no se ha dado el paso definitivo que es independizar su gestión y designación de autoridades del propio ciclo político. Al presidente del BCU lo sigue eligiendo el gobierno de turno.

Otro asunto pendiente es cómo la política monetaria es acompañada por la política salarial y la fiscal. Es un punto clave si se pretende no solo tener estabilidad de precios sino un crecimiento económico (generación de valor) más dinámico. Hemos comentado que aquí hay ciertas inconsistencias, en la medida que el déficit fiscal se ha ido por encima de lo deseado y los ajustes salariales (estamos en un récord histórico del salario real) en muchos sectores han ido bastante más allá de los fundamentos de productividad y competitividad.

Este también es un desafío para el próximo presidente electo y requerirá abundante firmeza política. Porque reducir el déficit e introducir productividad en la negociación salarial, no son asuntos precisamente populares, aunque -a la larga- benefician a todos.

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