23 de enero 2025 - 16:58

La necesaria consolidación fiscal

Los indicadores macroeconómicos le presentan una serie de desafíos al gobierno electo de Yamandú Orsi.

La situación fiscal en Uruguay se deteriora desde fines del año pasado.

La situación fiscal en Uruguay se deteriora desde fines del año pasado.

Foto: Pixabay

El tablero de indicadores macroeconómicos muestra una tasa de crecimiento proyectada en 2,5% para este año, según la respuesta mediana de los analistas en la Encuesta de Expectativas del Banco Central del Uruguay (BCU). Por otra parte, el déficit fiscal del Estado uruguayo está por arriba del 4% (las cifras definitivas se conocerán en pocos días). De lo cual surge que, de mantenerse esta situación, la relación deuda / PIB tendería a subir, algo que no es deseable.

Para corregir esto, Uruguay tiene credibilidad. Hace más de 10 años que su deuda es calificada como Grado Inversor y el riesgo país está hace mucho tiempo por debajo de los 100 puntos. La continuidad de Herman Kamilal frente de la Unidad de Gestión de Deuda es otra señal positiva. El problema es que el contexto externo ha cambiado: la tasa real de interés a nivel global se ha vuelto claramente positiva (el bono de EEUU a 10 años paga arriba de 4,5%) y esto exige más a los tomadores de deuda, tanto corporativos como soberanos.

En recientes declaraciones a la prensa el futuro ministro de Economía, Gabriel Oddone, afirmó que es necesaria una consolidación fiscal y que el equilibrio fiscal es el ancla de la estabilidad económica. Agregó que mantendrá y mejorará la regla fiscal. En este plano, las señales son claras y firmes en cuanto a atender este punto. Muchos leen “consolidación fiscal” como eufemismo de ajuste; es comprensible y está en el recuerdo el aumento de impuestos que procesó el segundo gobierno de Tabaré Vázquez (con Danilo Astori en el MEF) en 2017, que también se describía como “consolidación fiscal”.

Pero no es lo mismo: el ajuste fiscal lo asocio a una situación de urgencia y de medidas rápidas de recortes de gasto y/o subas de impuestos. La situación actual de Uruguay da otros márgenes (aunque no demasiados) para apuntar a una corrección más sistémica y sostenible del déficit a largo plazo.

El presidente electo, Yamandú Orsi, dijo en campaña electoral que su gobierno no aumentará impuestos, de lo que se deduce que la consolidación fiscal dependerá de una mejora administración del gasto y de un mayor crecimiento económico. En lo primero, el desafío es grande porque los compromisos políticos del FA en este próximo gobierno implican, en buena parte de los casos, aumentos de gastos, no reducciones. Habrá que ver cómo se ponderan y definen, en un escenario -además- que exige negociación política: la discusión presupuestal será compleja porque, además, el nuevo gobierno necesitará exhibir ciertos logros políticos para reafirmarse.

Crecimiento, inflación y datos alentadores

Queda entonces la apuesta a un mayor crecimiento, como lo ha dicho el propio Oddone y otros voceros de primera línea del FA, incluyendo el propio Orsi. El problema es que esta variable no es de definición directa de la gestión económica; el gasto, los impuestos, tarifas, etc., pueden definirse directamente. Pero el crecimiento de una economía es un resultado más global; obviamente, el gobierno puede incidir mejorando el clima de inversión y desarrollando determinadas medidas de apoyo, fomento de sectores, etc., pero eso puede resultar o no, dependiendo mucho también del contexto externo (Uruguay es una economía pequeña).

Finalmente, y vinculado a lo anterior, otra ancla clave de la estabilidad económica es la estabilidad de precios. Y allí, si bien hay logros destacados en los últimos dos años, con la inflación dentro del rango meta, la victoria no es definitiva: las expectativas de inflación son mayores este año y el próximo (5,7 y 5,9%, según la encuesta del BCU). El BCU deberá seguir vigilando esta variable para sostener la inflación en el rango (y si es posible más cerca del centro), reafirmando todo lo logrado. Pero si esto exige una mayor tasa de interés (escenario posible) tendrá un impacto adverso en el crecimiento. No hay magia.

En los últimos días, hay algunos datos alentadores, aunque no cambian sustancialmente el panorama: la recaudación de la DGI en diciembre creció 11,2% interanual y cerró el año con un aumento neto de 1,7%; tal vez el déficit baje algunas décimas, aunque hay que ver cómo cierra el gasto. Por otra parte, la reciente suba del dólar mejoró la competitividad-precio: el BCU estima que el desfase entre el Tipo de Cambio Real Efectivo y el de fundamentos (o “atraso cambiario”) bajó de casi 15% a 4%. Esto es importante para una economía que sigue teniendo cuentas pendientes en materia de competitividad. Entre todos estos equilibrios se debatirá el gobierno y el país en los próximos meses.

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