25 de febrero 2025 - 11:59

Los caminos para combatir la pobreza

El INE divulgó un nuevo indicador multidimensional para medir la pobreza, más amplio y profundo. Según la nueva medición, bajó en 2024, pero es mucho mayor a lo que indicaba la medición por ingreso. Los desafíos futuros.

La reducción de la informalidad, seguramente, es uno de los caminos clave para combatir la pobreza.

La reducción de la informalidad, seguramente, es uno de los caminos clave para combatir la pobreza.

Foto: Freepik

En los últimos días el Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgó un nuevo indicador de pobreza, luego de un amplio y profundo trabajo de análisis, consulta e intercambio con expertos, tanto a nivel académico (locales y externos) como de los propios organismos del Estado responsables de las políticas sociales. El trabajo tuvo el apoyo del PNUD (ONU) y la Universidad de Oxford, e incorporó metodologías reconocidas a nivel internacional (Índice Alkire Foster). Así, se configuró el nuevo Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), que es el producto del nivel efectivo de pobreza multidimensional y la intensidad de la misma (cuadro).

Incidencia de la pobreza multimedial.jpg

El aporte que ha hecho el INE en este plano es muy valioso, en particular como herramienta para direccionar de manera más efectiva las políticas públicas, no sólo en términos directos presupuestales sino en sus impactos indirectos en los diversos parámetros medidos.

El IPM abarca cinco dimensiones de la situación de los hogares (educación, vivienda, servicios, protección social y empleo) cada una de las cuales se subdivide en tres indicadores, completando un conjunto de 15 parámetros (cuadro), cada uno con su umbral, por debajo del cual se considera que el hogar está en condición de pobreza en ese parámetro. Para ser considerado en condición de pobreza multidimensional el hogar tiene que estar bajo el umbral definido para al menos cuatro de los 15.

Indice de pobreza multimedial.jpg

Los datos del año 2024 indican que la pobreza multidimensional alcanzó al 18,9% de las personas. La incidencia es casi 2 puntos menor que la registrada en 2023 (20,7%) con la misma metodología, y muestra que la pobreza analizada con este enfoque más estructural y amplio, alcanza a un porcentaje mucho mayor de la población del que registra el nivel de pobreza medido por ingreso (10,1% en 2023; en breve se publicará el dato de 2024). El nuevo indicador complementa el que se basa en el ingreso, y permite una mirada mucho más amplia y profunda de la pobreza, que -en muchos casos- es bastante más estructural que coyuntural.

Los datos indican que hay tres parámetros que resultaron los de mayor incidencia en la pobreza multidimensional de los hogares. Por un lado, el nivel educativo, y en especial los años de escolaridad de las personas (18,3% de incidencia sobre el total). Este subíndice -dentro del parámetro Educación- define que un hogar es pobre si hay al menos un integrante mayor a 18 en alguna de estas condiciones:

  • nació antes de 1962 y no culminó educación primaria
  • nació entre 1962 y 1994 y no culminó educación media básica
  • nació a partir de 1995 y no culminó educación media superior

Asimismo, también tuvo incidencia importante la calidad material de la vivienda habitada (11,7% del total). Allí se considera en condición de pobreza para este indicador el hogar cuya vivienda se inunda cuando llueve o que tiene peligro de derrumbe. También si tiene:

  • techo liviano sin cielorraso, o de materiales de desecho
  • solo contrapiso sin piso, o piso de tierra sin piso ni contrapiso
  • paredes de ladrillos, ticholos o bloques sin terminaciones
  • paredes de materiales livianos sin revestimiento, o de materiales de desecho

El efecto de la informalidad laboral

Otro factor -que se ubica entre los 3 principales- es la informalidad en el empleo (13,5% del total). Aquí se considera pobre un hogar en el que al menos un integrante mayor de 18 años está trabajando de manera informal (según la definición amplia del INE).

Como el propio informe del INE lo indica, la informalidad laboral está asociada a otros factores de pobreza, como carencias en la cobertura de seguridad social, no acceso a la jubilación e inestabilidad laboral.

Así, esta condición incrementa la vulnerabilidad de los hogares, dificultando su acceso a mecanismos de protección ante situaciones adversas. Agrego que se asocia también a la desvinculación de los propios circuitos formales de relaciones y oportunidades, situación que -si permanece en el tiempo- no solo va empobreciendo sino excluyendo. La conectividad social (también la seguridad física) son dimensiones que también podrían incorporarse en los indicadores de pobreza.

Pasar del trabajo informal al formal es, obviamente, un avance crucial en la calidad del empleo, entre otras cosas por el acceso automático a muchos derechos que están garantizados hoy por el Estado uruguayo. Bien se vio esto en la pandemia, cuando irrumpió el virus que golpeó duramente a la actividad. Los trabajadores formales tenían automáticamente el acceso al seguro de paro si se quedaban sin trabajo, como le ocurrió a miles. Se argumenta -con fundamento- que este factor ha estado detrás de la caída en la informalidad de los últimos años (gráfica).

Tasa de informalidad.jpg

De hecho, es muy contundente el aumento en el número de cotizantes en el BPS en los últimos tiempos (gráfica), un indicador positivo que hay que buscar sostener y en lo posible seguir mejorando.

BPS.jpg

El acceso al trabajo formal, además de todo lo que implica en términos vinculares y de derechos, permite un mejor acceso al crédito y otros servicios, lo que también impacta en otros componentes del IPM. De manera que la reducción de la informalidad, seguramente, es uno de los caminos clave para combatir la pobreza. Y si bien ha bajado, queda mucho por hacer, en especial en determinadas regiones del país. No es un camino fácil: implica más costo laboral, pero es lo más justo para el individuo y la sociedad.

Esto sin disminuir el impacto que, por ejemplo, pueden tener una política de vivienda efectiva, la inversión en saneamiento y -obviamente- todo lo vinculado a la educación, entre otras políticas. Y enfocadas con la mayor amplitud. En vivienda, por ejemplo, además de la propia inversión en nuevas viviendas -que implica erogaciones importantes- si el mercado de alquileres se expande en la formalidad y con un costo razonable, seguramente tendrá un impacto general en la calidad de vivienda promedio.

La configuración del nuevo indicador debería permitir, además, enfocar mejor todo el sistema de transferencias monetarias directas, que ha crecido significativamente en los últimos años, aunque con resultados desparejos. Hay situaciones extremas que merecen una atención directa y abierta, pero la exigencia de contrapartidas también es importante, atento al panorama que nos da el nuevo indicador.

La necesidad de una economía dinámica

Más allá de todo esto, la reducción de la pobreza requiere una economía dinámica, generadora de más producción y riqueza. La magnitud de las carencias es muy alta, y más allá del buen direccionamiento de las políticas, su reducción efectiva podrá darse en la medida que se sostenga el crecimiento económico con la mayor integración posible de trabajo.

Para esto, incorporar mejores niveles de educación, la flexibilidad y la innovación para adaptarse a las nuevas tecnologías, y una mayor productividad laboral asociada a más inversión, son elementos clave. Es la forma para que aumente el ingreso per cápita y así -por efecto directo o por los múltiples encadenamientos entre ingresos y servicios, producción y consumo- que haya cada vez menos gente en condición de pobreza.

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