El domingo por la noche, Uruguay tendrá nuevo presidente: Yamandú Orsi, encabezando el regreso del Frente Amplio (FA) a la Torre Ejecutiva, o Álvaro Delgado, liderando una nueva administración del Partido Nacional (PN) y la Coalición Republicana. Gane quien gane, el próximo gobierno enfrentará diversos desafíos políticos, aunque algunos serán más evidentes según quién resulte triunfante en el balotaje 2024.
Tensión legislativa, límite al gasto y un mundo que se cierra, los desafíos del próximo Presidente
Gane Yamandú Orsi o Álvaro Delgado, el próximo ejecutivo tendrá por delante pruebas de su capacidad de gestionar en una coyuntura interna y externa compleja.
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Los factores de incidencia en los diferentes escenarios no son pocos, y tampoco son solo internos: la coyuntura internacional presiona firmemente en un país pequeño, fuertemente vinculado a los movimientos de sus vecinos y de sus socios en el mundo. Este es el escenario en el que tendrá que gobernar el próximo presidente:
Los acuerdos inevitables en el Parlamento
Desde las elecciones generales, una de las cuestiones que más se ha mencionado es el escenario parlamentario que quedó establecido por los resultados de las urnas: una mayoría del Frente Amplio en el Senado, con 16 bancas sobre 30; y un empate en Diputados, con 48 legisladores frenteamplistas y 49 en la suma de los partidos de la Coalición Republicana —con la sorpresa de las dos bancas para el sector de Gustavo Salle, Identidad Soberana.
Quien resulte ganador en el balotaje tendrá este desafío de un Parlamento muy igualado, y la capacidad de dialogar y generar acuerdos será clave para la gobernabilidad durante el período 2025-2030. De hecho, según dijo a Ámbito el doctor en Ciencias Políticas (UdelaR) Daniel Buquet, “es una prueba de fuego para la democracia de Uruguay”.
En este tema, Orsi cuenta con ventaja desde el punto de partida, tal y como ha insistido durante toda la campaña para la segunda vuelta: la mayoría frenteamplista en la Cámara Alta le garantiza un alto nivel de probabilidad en la aprobación de sus proyectos, mientras que, como oposición, podría ser una importante piedra en el zapato para la coalición.
En Diputados, en tanto, el FA podría aliarse con legisladores de otros partidos como, por ejemplo, Cabildo Abierto (CA), en proyectos específicos. De hecho, el líder del partido, Guido Manini Ríos, ya puso en duda en varias ocasiones la continuidad de la alianza republicana en caso de tener que afrontar el próximo gobierno desde el lugar opositor.
Por estas mismas razones, Delgado tiene en el Palacio Legislativo lo que podría ser uno de sus mayores obstáculos en caso de coronarse como el sucesor de Luis Lacalle Pou: la necesidad de lograra acuerdos —y la capacidad para ellos— será fundamental, algo quya se vio con las recientes declaraciones en las que el candidato blanco llegó a considerar incorporar a Orsi en su eventual gobierno, incluso tras las fuertes críticas expuestas durante el debate presidencial.
En el Senado, en tanto, tendría una dificultad adicional. Como señaló el jefe de campaña del Frente Amplio, Alejandro “Pacha” Sánchez, su candidata a vicepresidenta, Valeria Ripoll, “se ha dedicado toda la campaña a hablar mal” de la coalición de izquierda y es quien deberá dirigir la Cámara Alta en caso de ganar el balotaje. ¿Estará aquí la prueba de fuego?
Un mundo que se cierra
La relación con los países vecinos y los socios también se presenta como un desafío político para el próximo gobierno, sobre todo en un contexto en el que, cada vez más, el libre comercio global necesario para un país pequeño como Uruguay se ve limitado. Por ello, el Mercosur —seguramente con algunas modificaciones a su dinámica actual— será una herramienta clave; y, en ese sentido, también Brasil y Argentina.
Al respecto, ambos candidatos ya aseguraron que buscarán tener la mejor relación posible tanto con Lula da Silva como con Javier Milei —más allá de las diferencias ideológicas que existan con uno o con otro—; aunque su acercamiento al bloque regional parte desde lugares distintos: mientras Delgado buscará continuar el pedido de modernización y flexibilizaciones que caracterizó a la administración de Lacalle Pou para negociar con más libertad, aunque sin grandes resultados, Orsi y el programa del FA pretenden fortalecer y expandir el Mercosur a través de la complementariedad productiva.
Lo cierto es que un segundo eventual gobierno de la coalición se toparía con los mismos obstáculos, incluso teniendo una relación que podría pensarse más cercana o afín con Milei: el presidente argentino no parece muy interesado en lo que sucede en la región, y su política exterior para con Uruguay se ha limitado a una actitud en línea con el laissez-faire.
Orsi tendría a favor la relación con Lula, sobre todo al estar bajo el ala del expresidente y referente del Movimiento de Participación Popular (MPP), José Mujica; y sus intenciones están alineadas también con el perfil que el mandatario de Paraguay, Santiago Peña, quiere para el bloque regional. Sin embargo, podría encontrarse con una relación desmedidamente fría con el país vecino y el gobierno del libertario que se opone a cualquier política de carácter progresista o de izquierda.
La presión de la restricción del gasto
Otro desafío que enfrentará el próximo gobierno es la necesidad de crecer a tasas más altas que las actuales —Moody’s estima un crecimiento promedio del 2,8% del PBI entre 2024 y 2026—, pero en un contexto de fuerte restricción del gasto ante un déficit que, pese a la implementación de la regla fiscal, no logró reducirse respecto de cinco años atrás. Si bien es una cuestión de raíces económicas, su resolución requerirá también firmes decisiones políticas por parte de la administración que vendrá.
La situación fiscal es algo que ambos partidos que disputarán el balotaje tiene previsto en sus programas de gobierno; sin embargo, no se habló tanto de forma directa, con la discusión mas centrada en el perfil impositivo.
El robustecimiento del marco fiscal y la reducción de la plantilla del Estado están incluidos en el documento programático de la Coalición Republicana, pero el desafío en el eventual gobierno liderado por Delgado será, por un lado, lograr que los ahorros se traduzcan no solo en un mayor crecimiento, sino también, efectivamente, en un menor déficit —algo que la actual gestión no ha logrado—; y, por el otro, alcanzar los consensos necesarios a nivel parlamentario para implementar las reformas señaladas.
Desde el Frente Amplio, en tanto, han reiterado el compromiso con la estabilidad macro —una tarea que estaría a cargo de Gabriel Oddone— pero sin dar demasiados detalles sobre cómo avanzarían en la reducción del déficit. En contrapartida, muchas de sus propuestas implican un mayor gasto.
Ambas gestiones eventuales deberán resolver estas contradicciones, con algunos agregados extras: el plebiscito de la seguridad social impulsado por el PIT-CNT no logró los votos necesarios para ser aprobado, pero el alto nivel de adhesión puso sobre la mesa la necesidad de revisar, una vez más, el sistema previsional. La cuestión del financiamiento, las jubilaciones mínimas y la distribución de aportes en una población cada vez más envejecida serán cuestiones a trabajar inevitablemente en los próximos cinco años, y pueden ser determinantes para el éxito del gobierno por venir.
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