Más de 2.766.323 uruguayos fueron habilitados por la Corte Electoral para votar este domingo en las elecciones internas con las que los partidos políticos definirán a sus representantes de cara a los comicios generales de octubre. Se estima, no obstante, que menos de la mitad acudirá efectivamente a emitir su sufragio.
Uruguay vota en elecciones internas tras una campaña con señales de argentinización en su política
Los partidos definen los nombres de quienes competirán en octubre por la Presidencia en un clima de tensión política.
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Muchos dirán que el frío es el culpable, otros esgrimirán como motivo el inicio de las vacaciones de invierno y hay hasta quien querrá echarle la culpa a la Copa América. Lo cierto es que las proyecciones de participación no son peores que en anteriores procesos primarios.
Lo que esconde la constante discusión sobre por qué son pocos los uruguayos que votan en las elecciones internas es, en el fondo, otra pregunta: ¿por qué está campaña tampoco logró conquistar al votante de manera tal que hubiera un cambio de hábito?
Los principales tres fuerzas políticas del Uruguay llegan con escenarios disímiles a esta elección. En el Partido Nacional, el exsecretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, logró el apoyo mayoritario de los votantes blancos y será el candidato. Se dio un efecto derrame de la aprobación del presidente Luis Lacalle Pou.
Laura Raffo, la economista de la tele como se presentaba al inicio de la contienda electoral, quedó muy rezagada tras un buen inicio y hoy busca lograr entrar en la fórmula presidencial. Sin embargo, la enorme brecha que la separa de Delgado es la razón que algunos argumentan para dejarla fuera del binomio. Su magro caudal de votos no alcanza para presionar, señalan.
En el Frente Amplio (FA) la fórmula fue declarada desde el inicio. Será Orsi-Cosse o Cosse-Orsi, pero serán ellos dos, insisten desde la coalición progresista como si el orden de los factores no alterara el producto. Pero lo hace.
Mientras por meses las encuestas pusieron al exintendente de Canelones, Yamandú Orsi, arriba de la intendenta en licencia de Montevideo, Carolina Cosse, la última encuesta de Cifra –que sumó una corrección sobre la participación electoral- no pudo sacar esa contienda del escenario de empate técnico.
La atención esta noche estará puesta en ese resultado final. Desde el Partido Nacional entienden que una campaña de Delgado rivalizando con Cosse será más beneficiosa que con Orsi, quien ha protegido su imagen de moderado. Los empresarios también estarán atentos, el canario les da certeza mientras que a la precandidata la sitúan al lado de los sindicatos.
El establishment del Partido Colorado (PC), en tanto, se prepara para un desenlace impensado tres meses atrás: Andrés Ojeda, el precandidato novel, se impondría por sobre tres dirigentes con gestión en el actual gobierno de coalición: Robert Silva (Codicen), Gabriel Gurméndez (Antel) y Tabaré Viera (Turismo).
Voces en la tradicional fuerza política se apresuraron a recordar que es el comité el que elige al candidato a presidente, casi apoyando el dedo sobre el botón de emergencia. Pero emplear esa herramienta no se condice con los tiempos que corren. Quien gana será el candidato, reaccionaron públicamente los actores de la contienda.
La larga, extensa, campaña electoral –que tuvo a sus primeros nombres el año pasado y dejó a algunos en el camino- desencajó con las tradiciones políticas uruguayas por el tono.
Una verdad a voces, en la que coinciden blancos, colorados y frenteamplistas, es que la política del Uruguay es por oposición a la política de Argentina. Aunque ahora sea más exacto usar el pretérito imperfecto “era”.
Las súplicas para evitar la grieta –ese término que en política refiere a la dicotomía que dominó por más de una década la vida en la otra orilla del Río de La Plata- más que una voz alerta fueron un preaviso.
Rápidamente la campaña electoral fue tomando un tono poco uruguayo. Opaco. Crudo. En marzo, los expresidentes José Mujica, Luis Alberto Herrera y Julio María Sanguinetti trataron, en vano, de salvaguardar la vieja institucionalidad con pedidos de evitar campañas sucias.
Pero la argentinización no estaba solo en las formas. Se sucedieron, luego, los escándalos: la campaña sucia contra Orsi con una denuncia falsa de abuso sexual y la filtración de los chats del expresidente del directorio del Partido Nacional Pablo Iturralde con el exsenador Gustavo Penadés sobre presiones a fiscales.
De un lado se habló de lawfare, sugiriendo una situación similar a la que denunció la expresidenta argentina Cristina Kirchner, y del otro se señaló un esquema de carpetazos a la prensa vinculados con la izquierda para perjudicar al oficialismo.
Los márgenes del juego político, ese de reglas históricamente claras, comienzan a difuminarse. Lo hace al inicio de un largo camino que falta recorrer para llegar a octubre. Sería sabio que el fragor electoral no los borre del todo.
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