Yamandú Orsi y Álvaro Delgado tuvieron finalmente su noche de debate presidencial, un encuentro sobre el que las expectativas –con el diario del lunes en mano- fueron demasiadas.
Yamandú Orsi, Álvaro Delgado y un debate levemente ondulado
Los candidatos no se apartaron de la retórica de campaña en un encuentro que tuvo mucho de monólogo y poco de discusión.
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El debate más que un mano a mano se asemejó a una exposición monográfica. No hay que dejarse engañar, como instrumento cívico siempre es valioso que los candidatos confronten, presenten sus propuestas y respondan preguntas.
La inexistencia de este último punto probablemente sea una de las principales razones para explicar lo ocurrido. Durante una hora y media, Orsi y Delgado repitieron promesas de campaña. Hubo cifras, frases con retórica de spot, autoelogios de éxitos de gestión…
Fue una réplica de lo que ha sido hasta ahora el devenir electoral al punto tal que los momentos más encendidos de un debate claramente llano fueron los mismos que han cruzado a los candidatos: la seguridad y el futuro del sistema de la seguridad social. Aunque sin novedades al respecto, sin cruces que obligaran a detallar cada postura.
Hubo emplazamientos de uno a otro sobre algunas cuestiones sensibles, como cuando Delgado pidió a Orsi que explicara la negativa del Frente Amplio a votar proyectos vinculados a la seguridad o cuando el ex intendente de Canelones expuso inconsistencias en declaraciones económicas de su rival. Pero en general, esos convites no hallaron eco.
El resultado fue un debate seguro, cómodo para Orsi y Delgado. Ambos equipos sintieron a sus candidatos vencedores, no hubo rostros de decepción ni preocupación final. Todo resultó acorde a lo esperado.
Como hemos dicho anteriormente, en estudios de opinión pública rige la idea de que los debates pocas veces tienen el poder de inclinar la balanza por uno u otro candidato. Sirven sí para consolidar los votos decididos.
En ese caso, Orsi y Delgado retoman hoy sus agendas de escasos cuatro días hasta que inicie la veda electoral con el mismo capital político que tenían ayer a las 21 horas.
El desafío para cada uno sigue siendo los electores que apoyaron al partido rival sin ser un votante convencido de esa fuerza. Y el abultado porcentaje de indecisos, entre un 5 y 8% dependiendo el sondeo, que definirá –o no- su voto en las 24 horas previas al balotaje del próximo domingo.
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